miércoles, 21 de marzo de 2007

ordenar y confundir y comer y digerir

Al despertar todo continuó en su sitio. La maldad, la bondad, el miedo, el hambre, nada se agotó en el anaquel reluciente cuidado con esmero.

Al despertar, mi condición de viajero extraviado fue más evidente, cierto. Todo viaje iniciático florece en capullos carnívoros, ávidos y hermosos.

Pero el regreso es forzoso. Entonces viene esa permanente sensación de que al final de todas las cosas nada es suficiente. Sólo somos seres humanos y nuestros deseos deben pasar forzosamente por las limitaciones, terribles y necesarias, de la carne reductible...


El hombre en su vida

El hombre en su vida no tiene tiempo de tener tiempo de tener
tiempo para todo.
y no tiene el tiempo de tener el tiempo
para todo afán. el eclesiastés no tuvo la razón
cuando dijo aquello.

un hombre tiene que odiar y amar a la vez:
con los mismos ojos llorar y con los mismos reírse,
con las mismas manos arrojar piedras
y con las mismas recogerlas,
hacer el amor en la guerra y la guerra en el amor.

y aborrecer y perdonar y recordar y olvidar
y ordenar y confundir y comer y digerir
lo que una larga historia
hace en muchísimos años.

el hombre en su vida no tiene tiempo.
cuando pierde, busca,
cuando encuentra, olvida,
cuando olvida, ama,
y cuando ama comienza a olvidar.

y su alma es instruida,
y su alma es muy profesional,
sólo su cuerpo permanece siempre diletante:
intenta y se equivoca
no aprende y se confunde
ebrio y ciego en sus placeres y pesares.

muerte de higos él morirá en el otoño,
arrugado y lleno de sí y dulce,
las hojas secándose sobre la tierra,
y las ramas desnudas señalando
hacia un lugar donde hay tiempo para todo.


Yehuda Amijái