sábado, 24 de marzo de 2007

Memorias de Viaje 3


Una semana más, los días van tan rápidos


Un mal día, pensé cuando la horda de escolares salía en tropel por la puerta principal. Tras un respiro profundo, evadí al vendedor que intentaba convencerme de las bondades de un calendario de Piolín. De nada valieron los lentes oscuros, los audífonos de color blanco ostentoso, el zig zag táctico. Lo ignoré, por supuesto, y me gané que me llamara fea e insensible y la imposibilidad de fijar el tiempo con números rosas.

Continué mi camino, tratando de mostrar la apariencia imperturbable y segura de las mujeres altas. Después de sortear niños, miradas masculinas fijas en mis piernas -pero señores, es primavera y hace calor- traspuse las puertas del Palacio de Bellas Artes.

Y mi temprano arribo se tradujo en la sonrisa cansina del guardia y las desalentadoras palabras, "tendrá que esperar , la sala se abre sólo 10 minutos antes del evento".

De nuevo planta baja, la cafetería del Palacio me guiñó complacida y frente a una taza de capuccino observé, tras las altas ventanas, al sol ponerse lento, en matices púpuras, rojizos, y ese gris que lucha por nombrarse azul.

Sol de primavera que se ocultaba festivo bajo el lavanda de las jacarandas que bullían entre el verdor de la Alameda. Y en el fondo, la ópera... y gratis.

Címbalos, colores, ventanales y la seguridad de que en unos minutos se escuchará la voz grave, rasposa y angustiante, de Gonzálo Rojas susurrando "quedeshim, quedeshoth". La velada se anunciaba extraordinaria.



Los días van tan rápidos en la corriente oscura que toda
salvación,
se me reduce apenas a respirar profundo para que el aire dure
en mis pulmones
una semana más, los días van tan rápidos
al invisible océano que ya no tengo sangre donde nadar
seguro
y me voy convirtiendo en un pescado más, con mis espinas.

Vuelvo a mi origen, voy hacia mi origen, no me espera
nadie allá, voy corriendo a la materna hondura
donde termina el hueso, me voy a mi semilla,
porque está escrito que esto se cumpla en las estrellas
y en el pobre gusano que soy, con mis semanas
y los meses gozosos que espero todavía.

Uno está aquí y no sabe que ya no está, dan ganas de reírse
de haber entrado en este juego delirante,
pero el espejo cruel te lo descifra un día
y palideces y haces como que no lo crees,
como que no lo escuchas, m hermano, y es tu propio sollozo
allá en el fondo.

Si eres mujer te pones la máscara más bella
para engañarte, si eres varón pones más duro
el esqueleto, pero por dentro es otra cosa,
y no hay nada, no hay nadie, sino tú mismo en esto:
así es que lo mejor es ver claro el peligro.

Estemos preparados. Quedémonos desnudos
con lo que somos, pero quememos, no pudramos
lo que somos. Ardamos. Respiremos
sin miedo. Despertemos a la gran realidad
de estar naciendo ahora, y en la última hora


Gonzalo Rojas