domingo, 11 de marzo de 2007

"Hora en que los muebles viejos aprovechan para sacarse las mentiras"


"In my place, in my place

Were lines that I couldn't change"


Esa fue la sensación que tuve anoche cuando en un acogedor departamento de la colonia Roma un grupo de periodistas (colegas unos, amigos otros) me definió como: "sabelotodo, engreída, inteligente y sexi, inteligente y guapa (en ambos casos quiero pensar que la palabra inteligente fue la primera en pronunciarse), poco franca, pragmática, fría y calculadora, ambiciosa".
En tan sólo dos meses, y en la ciudad de México (seguro que en otro sitio no me gano esos adjetivos), esas son las líneas que definen mi perfil.
Pero hoy es domingo, un día ajeno a la preocupación excesiva, y en aquella deliciosa reunión, aderezada con comida peruana (preparada por Cecilia, fotógrafa de AP y buena cocinera), bromas picantes y ocurrentes (y es que los invitados eran, en su mayoría, mexicanos), y música argentina, faltaron algunas voces.
Así que todavía tengo esperanzas de recibir tres buenos comentarios que hagan contrapeso a las definiciones vertidas gracias a la desinhibición que provoca el pisco peruano más el whiskey escocés.
Sin duda la fiestecita fue memorable, aunque no sé si todos recuerden los pormenores y comentarios que cerraron la noche (sin duda más de uno tendrá lagunas mentales, lo que sería un suceso afortunado). De cualquier forma se descorrió una cortina... y hay personas que deseo incluir en mi lista de amigos (aunque sean periodistas, no hay que ser exigente).

Sigo pensando en el poema de Gelman como perfil de mi vida (tal vez sí sea algo ambiciosa después de todo): "Un pájaro vivía en mí. Una flor viajaba en mi sangre. Mi corazón era un violín". En verdad me siguen alegrando la primavera, las manos juntas, lo feliz.
La madrugada tuvo un epílogo extraño, fue una de esas "noches en las que desearíamos que nos pasaran la mano por el lomo, y en las que súbitamente se comprende que no hay ternura comparable a la de acariciar algo que duerme".