lunes, 7 de diciembre de 2009

Trazo oscilante


La primera vez que leí a Juan Gelman fue hace 10 años, me parece. Era joven entonces y bullía en mí la necesidad acuciante de explicarme a mí misma a través de las palabras. No sólo lo leí. Después me enteré que existía un disco editado por la UNAM en el que el propio Gelman leía su poesía, lo compré y solía escucharlo entre clase y clase, tratando de asir alguno de esos versos para comprender esta furia de caimán aletargado que sentía adentro, como una carga tierna, furibunda, incluso dulce, incomprensible.

Años después, me encontré de nueva cuenta con Gelman en una lectura organizada por el Instituto Coahuilense de Cultura, fui con algunos de mis amigos más entrañables de la universidad y ahí, ante nosotros, el poeta argentino leyó esos poemas que me habían ayudado a comprender, de alguna manera, mi mundo.

Recuerdo que era una tarde oscura de invierno, ya era enero, me parece. El frío calaba hondo y la neblina envolvía el Museo de las Aves, el lugar del encuentro. Un puñado de personas estaba en el recinto, creo que menos de 20, situación que hizo que Gelman con una sonrisa dijera que los narradores habían conspirado, de nueva cuenta, en contra de la poesía. Al final de la lectura, que me conmovió hasta las lágrimas no sólo por los versos, sino por lo que yo sentía, literalmente, en mi interior, le tendí mi mano al poeta que la estrecho entre las suyas.

Hace dos años, en octubre de 2007, tuve la oportunidad de hablar con Juan Gelman por teléfono, por razones estrictamente periodísticas. La charla me dejó triste y confundida, aunque en aquel entonces agradecí la amabilidad del poeta por explicarme sus razones sobre un pleito ajeno a los dos, aún me siento traicionada no digamos ya por quienes creí mis amigos, sino por mi incapacidad para decirle lo necesarios que eran sus versos para mi espíritu y la gratitud profunda que sentía hacia él por este pequeño milagro.

Ahora, como entonces, siempre que me siento inquieta recurro a los poemas de Juan Gelman, farmacias del alma para criaturas como yo, ávidas de sensaciones que recorran la sangre.



Preguntas

Ya que navegas por mi sangre
y conoces mis límites,
y me despiertas en la mitad del día
para acostarme en tu recuerdo
y eres furia de mi paciencia para mí,
dime qué diablos hago,
por qué te necesito,
quién eres, muda, sola, recorriéndome,
razón de mi pasión,
por qué quiero llenarte solamente de mí,
y abarcarte, acabarte,
mezclarme a tus huesitos
y eres única patria
contra las bestias del olvido.


Una mujer y un hombre
Una mujer y un hombre llevados por la vida,
una mujer y un hombre cara a cara
habitan en la noche, desbordan por sus manos,
se oyen subir libres en la sombra,
sus cabezas descansan en una bella infancia
que ellos crearon juntos, plena de sol, de luz,
una mujer y un hombre atados por sus labios
llenan la noche lenta con toda su memoria,
una mujer y un hombre más bellos en el otro
ocupan su lugar en la tierra.



Poema

Entre los adelantos médicos figuran

el by-pass para que siga el corazón,

el láser para entrar a la vesícula

por un agujerito, y

muchos otros que empujan al cuerpo

contra lo desconocido.

Esta semejanza de la vida

provoca el llanto de la razón.

Nadie estudia los nervios

de la estupidez, las arterias

del mal, la médula del dolor, los huesos

de tanta angustia que gira por ahí

con trazado oscilante.

Hay quien dice que es inútil

porque no hay remedios,

no hay farmacias del alma.

Hay quien dice que esta noche

es igual a todas las noches.

Pero en esta noche canta

lo que nunca tendremos

y el pasado es un canario ciego

que te había visto.

En el vacío de tu imagen

estaba el ancho sol.

Juan Gelman