martes, 15 de diciembre de 2009

Recuerda, cuerpo…


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Hace ya un tiempo me di cuenta de mi obsesión por coleccionar sensaciones. No me parece en lo absoluto extraño, si alguien prefiere juntar cómics, igualmente válido me parece resguardar pequeños fragmentos de memoria.
Y esta es una tarea hecha sin premeditación, no es algo que uno pueda calcular fácilmente, cómo saber si un cruce de miradas incidental, o el breve roce de los cuerpos, podrán convertirse en algo que se debe atesorar. De la misma forma ocurre con las conversaciones, los abrazos, las lágrimas, las caricias… Por eso, cito al maestro Cavafis y cada año, al soplar las velas o cuando el jugo de las últimas uvas de diciembre se esparce dulce por mi boca, pido religiosamente: recuerda, cuerpo.
Cuerpo recuerda
Cuerpo, recuerda no sólo cuánto te amaron,
no sólo los lechos en que yaciste,
sino también esos deseos por ti
que brillaron claros en los ojos,
y temblaron en la voz– y que algún
obstáculo casual hizo fútiles.
Ahora que todos ellos pertenecen al pasado,
casi parece como si te hubieses
entregado a esos deseos– como brillaban,
recuerda, en los ojos que te miraban;
como temblaban en la voz, por ti, recuerda, cuerpo.
Constantin Cavafis