martes, 31 de julio de 2012

Paseo de los tristes


Pero no sobre mí, no sobre ti,
No por encima, enorme, sin tiempo, alucinado,
Si no en la historia triste de los huesos.

Aquí habita el dolor:
Ese salvaje cobrador diario
Que llega, empuja, nos derriba
Y queda.
  

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En la radio dijeron que saliste temprano,
La falda, camisa con dibujo,
El pelo negro y lacio,
La mirada de siempre.

Decían que eras alta y joven, casi triste,
Que ni siquiera hablabas por no perder el paso,
Que te habías marchado de la vida
Por un extraño amor.

Yo sentí como un vómito, pero miré a la calle:
No era posible verte tan sola, tan distante,
Tan desaparecida,
Tan imposiblemente ajena del naufragio.

Sin embargo vinieron,
Vinieron a mi casa a preguntar


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Lo terrible no es la calle sola,
El andén como un reto,
Los trenes que perdimos.

Lo terrible no es ni siquiera el dolor.

Lo que duele terrible y zarandea
es que ya sólo queda
recurrir a la vida por tus ojos
que son una distancia casi absurda,
que son un túnel negro de esperanza.


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Ni la frente en orillas de yerba soñadora
-ya ni siquiera tú como testigo fiel-
Ni el corazón viajero sobre ginebra o mar.

Qué gran error –la trampa- los pensamientos bellos,
Tus ojos, la pasión, aquello de la vida.


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¿Cómo me vas a querer tú a mí
con ese borbotón inevitable de odio
que llevas por las venas?

¿Cómo te voy a querer yo a ti
 con ese borbotón inevitable de odio 
que llevo por las venas?


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                         -a la deriva, amor, a la deriva
                         Miguel Hernández

Ven a ver el amor hecho jirones

Ven a ver el amor:
ese caballo muerto flotando por las venas
a la deriva, amor, a la deriva

Javier Egea