jueves, 2 de agosto de 2012

Vouyerismo literario


Para algunos el escritor norteamericano Raymond Carver es un narrador de segunda que puede ofrecer poco en comparación con autores como Truman Capote, Philiph Roth o Norman Mailer, por citar algunas de las estrellas que forman parte de la constelación literaria norteamericana. Sin embargo, tras su prosa directa y alejada de abalorios verbales, se esconde una descripción descarnada de los personajes que pululan detrás de las pulcras fachadas de las casas suburbanas o entre las sombras mortecinas de los callejones.
Catalogado como miembro del “realismo sucio” –un término que desagrada a muchos de sus seguidores–, junto a Richard Ford, Tobias Wolff y Charles Bukowsky, Carver pertenece a un grupo de narradores nacidos entre 1920 y 1945.
Otra etiqueta lo considera “el padre del minimalismo literario estadounidense”, pero la narrativa no fue su único motivo de inspiración, también escribió poesía y al momento de su muerte, a los 50 años edad, ya era un afamado escritor, lo que para sus detractores significa que era un “autor de moda”.
Hijo de un padre alcohólico que trabajaba en un aserradero y una madre camarera, Carver tuvo contacto con varios de los personajes que protagonizarían sus futuros escritos, que tuvieron cabida en publicaciones como el New Yorker y Esquire. Él mismo fue alcohólico y al hombre de esa etapa solía llamarlo “Raymond el malo”,  pero alentado por su segunda esposa y editora, la poeta Tess Gallagher, permaneció sobrio los últimos 10 años de su vida.
Algunos de los títulos del norteamericano, que en español son editados por Anagrama, son Si me Necesitas Llámame, Short Cuts, Tres Rosas Amarillas, De qué Hablamos Cuando Hablamos de Amor y ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?
Uno de los libros fundamentales de este autor es Catedral (Anagrama, 2002). En 205 páginas Carver hilvana una serie de historias cortas que provocan al lector la sensación de ser un vouyerista que se asoma, durante brevísimos instantes, a un momento trascendental de otro ser humano.
Catedral presenta una serie de relatos que se erigen sobre vidas ordinarias y se construyen con detalles minuciosos, labrados con precisión demoledora. Personajes con los que nos topamos todos los días, que rozamos en la parada del camión, escuchamos en el supermercado o hemos visto trabajando en algún cubículo cercano.
Empleados, amas de casa, desamparados, perdedores, todos cargando su humanidad a cuestas. Y Carver no sólo describe a estos seres ordinarios, los exhibe bajo una luz potente, que no permite que se esconda defecto alguno.
Plumas, Vitaminas, El Tren y Catedral, que le da título al libro, son algunos de los textos que llaman poderosamente la atención. Y es que atrás de una prosa sencilla, de oraciones cortas y certeras –a la que algunos tildan de fácil y sobrevalorada–, se esconde la observación aguda, maximizada por la capacidad microscópica de este autor, al que vale la pena echar un vistazo
Sus relatos tensan los nervios del lector, quien intuye una amenaza que repta desde su escondrijo para mostrarse, en algunas ocasiones aparece totalmente, en otras sólo se asoma como una especie de reto, como insinuando que hemos visto reflejada nuestra propia existencia.