lunes, 26 de agosto de 2013

La verdad se impone



Como no soy honesta en persona
Busco ser honesta en la poesía.
Si hablo contigo, mirándote a los ojos,
Miento porque no tolero
Evidenciar la verdad.
Decir toda la verdad
sería como quedar desnuda.
Perdería mis más preciados bienes:
distancia, silencio, intimidad.
Quedaría expuesta. Y me poseerías.
Equivaldría a una total rendición
(a ti, mirándote a los ojos).
Me mirarías detenidamente.
Me tendrías en tus manos.
Todos tus ojos se me echarían encima.
De ahí en adelante me vestirían
Tus punzantes, lascivas, deseosas abejas.
Que seas uno o dos o muchos
da igual. Siento como si, en realidad,
un par de ojos fuera el enjambre entero.
Así que miento (mirando tus ojos)
dejando sin voz la esencia de las cosas
o bien mostrándome como una copia
y no lo que soy.

Uno debe ser honesto en algún lugar.
Quiero serlo en la poesía.
Con la palabra escrita.
Donde pueda escribir y tachar
y volver a decir y decir con rodeos
y decir por encima de y decir entre líneas
y decir en símbolos, en enigmas,
en doble sentido, bajo las máscaras
de cada rasgo, en la piel
de toda criatura.
Y en mi propia piel, desnuda.
De hecho me siento feliz de anhelar
desnudarme en la poesía,
imponer la verdad
en el poema,
que, al escribirlo, si es real,
no copia, me diga
y después a ti (todo o nada, mirándonos)
mi entero yo, la verdad.



May Swenson (traducción Jeannette L. Clariond)