miércoles, 5 de diciembre de 2012

Bueno fuera, acaso, no haber cambiado...


Bueno fuera, acaso, no haber cambiado; 
seguir padeciendo por lo mismo;
hallar un dolor tan bello
que me permitiera olvidarme
de que esta deshecha mi camisa
y de que me aprietan los zapatos.

Pero cuando quiero cantar por nota,
medir las palabras, endulzarlas,
la voz se me encoge, se me regresa,
y no tengo más que estar cansado.

Es tarde, mi amada se ha puesto fea;
se desvencijaron las hermosas
palabras; lo saben todos:
las necesidades nos ocupan.
Hace mucho tiempo que no quiero
pensar en las cosas que ya no pueden
volver; las recuerdo, con todo;
me duele sentir que no me importan.

Adiós, Garcilaso de la Vega, 
tus claros cristales de sufrimiento.
Yo vine a decir palabras en otro
tiempo, juntos a gentes que padecen
desasosegadas por el impulso
de comer, comidas por la amargura;
débiles guerreros involuntarios
que siguen banderas sin gloria,
que lloran de miedo en las noches,
que se desajustan sin esperanza.

Rubén Bonifaz Nuño (Los Demonios y los Días) 


Algo se me ha quebrado esta mañana...
 
                                Para Abril Boliver

Algo se me ha quebrado esta mañana
de andar, de cara en cara, preguntando
por el que vive dentro.


Y habla y se queja y se me tuerce
hasta la lengua del zapato,
por tener que aguantar como los hombres
tanta pobreza, tanto oscuro
camino a la vejez; tantos remiendos,
nunca invisibles, en la piel del alma.


Yo no entiendo; yo quiero solamente,
y trabajo en mi oficio.
Yo pienso: hay que vivir; dificultosa
y todo, nuestra vida es nuestra.
Pero cuánta furia melancólica
hay en algunos días. Qué cansancio.

Cómo, entonces,
pensar en platos venturosos,
en cucharas calmadas, en ratones
de lujosísimos departamentos,
si entonces recordamos que los platos
aúllan de nostalgia, boquiabiertos,
y despiertan secas las cucharas,
y desfallecen de hambre los ratones
en humildes cocinas.


Y conste que no hablo
en símbolos; hablo llanamente
de meras cosas del espíritu.


Qué insufribles, a veces, las virtudes
de la buena memoria; yo me acuerdo
hasta dormido, y aunque jure y grite
que no quiero acordarme.


De andar buscando llego.
Nadie, que sepa yo, quedó esperándome.
Hoy no conozco a nadie, y sólo escribo
y pienso en esta vida que no es bella
ni mucho menos, como dicen
los que viven dichosos. Yo no entiendo.


Escribo amargo y fácil,
y en el día resollante y monótono
de no tener cabeza sobre el traje,
ni traje que no apriete,
ni mujer en que caerse muerto

Rubén Bonifaz Nuño (Fuego de Pobres)