lunes, 30 de diciembre de 2019

SENTIR LOS HUESOS


“Es el momento de repensarnos. Hacer buen periodismo siempre fue difícil y hoy lo sigue siendo.”
Ignacio Ramonet



¿Cuál es la historia que voy a contar? Me pregunto con frecuencia cuando enfrento la página en blanco. La cuestión es vital para iniciar una crónica, un reportaje, un perfil, pero también me parece pertinente para escribir una entrevista, la reseña de un libro o una nota periodística.

¿Cuál es la historia que le voy a contar a los lectores? A veces, con el vértigo de la nota diaria y del deadline, perdemos de vista que el objetivo del periodismo no es tuitear antes que nadie la información, ni conseguir más likes o shares en las redes sociales.

A propósito de ello, la periodista argentina Leila Guerriero apunta en una entrevista para el sitio uruguayo Ciento Ochenta que al momento de escribir un texto piensa mucho en el lector: “Soy muy de la escuela de Homero Alsina Thevenet: él decía que la prosa no era de uno, sino del lector. Me parece que es una gran lección de humildad, porque cuando uno es periodista, está ahí puesto al servicio de la historia: uno tiene que contar la historia y desaparecer”.

Durante casi 15 años he trabajado en un periódico de forma ininterrumpida. Empecé como reportera de cultura cubriendo presentaciones de libros, charlas, conferencias, galas de ballet, obras de teatro, exposiciones de artes visuales. Recuerdo que tomaba notas sin parar, grababa cada una de las intervenciones, entrevistaba a todos los involucrados, y al final tenía un montón de material que debía reducir a unos seis u ocho párrafos en un lapso de dos horas.

Esta meticulosidad me jugó en contra más de una vez, pero la agradecí cuando emprendí la tarea de escribir un libro de entrevistas (La Casa Abierta. Conversaciones con 25 Poetas, publicado por la Secretaría de Cultura de Coahuila en 2016) y recuperé el material de uno de mis primeros trabajos: una entrevista con Alí Chumacero en la entonces Feria del Libro Infantil y Juvenil de Saltillo 2006.

Hablo de esto porque me parece que en una época en la que se privilegia la inmediatez y el impacto se han dejado de lado desde detalles que parecerían nimios, como citar con fidelidad las declaraciones de un entrevistado o releer los textos que mandamos a la rotativa, hasta los principios básicos de la labor periodística, y cito los que propone la Ethical Journalism Network (Red de Periodismo Ético): verdad y precisión, independencia, equidad e imparcialidad, humanidad, responsabilidad.

En una entrevista al diario francés Le Monde Diplomatique, el periodista español Ignacio Ramonet reflexiona sobre los cambios que vive el ejercicio del periodismo en el siglo 21: “Los periodistas se limitan a lo más rápido porque saben que en la rapidez está en parte la captación de audiencias, pero el ciudadano quiere fiabilidad, algo que no garantizan los canales de información urgente, inmediata, constante”.

Vivimos en un tiempo en el que gran parte de nuestra vida se desenvuelve en las redes sociales. Hemos aprendido, y de la manera difícil, que lo que pasa en ese mundo virtual tiene efectos reales. Pienso en el movimiento #MeToo México, surgido en Twitter como un medio para denunciar la violencia que sufren las mujeres en el país, que sacudió a la comunidad cultural y que hizo que muchos repensáramos la forma en que nos relacionamos con los demás, tanto en el ámbito íntimo como en la dinámica laboral.
            
En medio de la avalancha de denuncias vertidas en Twitter contra escritores, cineastas, músicos, teatristas, periodistas, un gran número de medios privilegiaron la inmediatez y olvidaron los principios del periodismo.

Muchos diarios publicaron notas con encabezados escandalosos y textos limitados que sólo registraban algunas declaraciones recogidas de las redes sociales, todo acompañado de capturas de pantalla sacadas de contexto. ¿Por qué no se buscó las declaraciones de los implicados?, ¿dónde están las entrevistas a los especialistas?, ¿se corroboraron los hechos?, ¿se está revictimizando a las mujeres al tomar la información que compartieron en un contexto distinto al de un medio de comunicación? Son muchas preguntas las que deja el movimiento #MeToo sobre la praxis periodística.

Los principios de verdad, precisión, independencia, equidad, imparcialidad, humanidad y responsabilidad también aplican a los artículos de opinión. He visto con decepción como varios colegas de oficio publican textos sin el menor rigor, con erratas, descalificaciones sin fundamento y vaguedades (muchas veces cargadas de resentimiento) que podrían evitarse con un trabajo serio y meticuloso.

Habría que recordar una de las lecciones básicas que se imparten en las aulas universitarias y que recupera la Ethical Journalism Network: “obtener los hechos con exactitud es un principio cardinal del periodismo. Siempre debemos luchar por la precisión, dar a todos los hechos pertinentes que tenemos y garantizar que han sido verificados”.

Hace casi 15 años escogí al periodismo cultural como forma de vida. No me arrepiento. Este es un oficio que nos enseña a escuchar, observar, cuestionar y escribir. Gracias a este trabajo viajo, converso con grandes escritores y artistas, tengo estupendos amigos y vivo experiencias únicas.

No es una labor sencilla, pero creo que esta rama del periodismo juega un papel importante en el registro de nuestro tiempo, pues habla de aquello que marca a la sociedad en un nivel profundo: la cultura, el arte, la literatura.

En su libro Zona de Obras (Anagrama, 2015), Leila Guerriero relata que cuando le piden algún consejo para los colegas que recién empiezan, su primer pensamiento es desalentarlos. Pero en un buen día, añade, les diría: corran.

“Les diría: sientan los huesos mientras corren como sentirían después las catástrofes ajenas: sin acusar el golpe. Aguanten, les diría. Pasen las historias sin hacerles daño (sin hacerse daño). Sean suaves como un ala, igual de peligrosos. Y respeten: recuerden que trabajan con vidas humanas. Respeten”.

¿Cuál es la historia que voy a contar antes de desaparecer? Esa es la pregunta con la que enfrento la página en blanco.