martes, 19 de enero de 2010

Simetría perfecta


Ka es periodista y un poeta sin inspiración que decide regresar a la remota ciudad de Kars, en la frontera de Turquía, después de pasar varios años exiliado en Alemania, huyendo de los trastornos políticos de su tierra natal y, en cierta forma, del amor de su vida.

El escritor no lo intuye cuando observa la tormenta que arrecia mientras va sentado en el camión que lo llevara de vuelta a su pasado, pero esta aventura le revelará la simetría oculta de su vida, en donde los poemas, los versos, los encuentros y el amor se conectan en una estructura perfecta, semejante a un copo de nieve.

El protagonista de Nieve (Alfaguara, 2005), una novela escrita por el Premio Nobel de Literatura Orhan Pamuk, se ve inmerso en un viaje que significa el reencuentro con la ya lejana infancia y los sueños de juventud, en los que siempre tienen cabida la esperanza, el deseo, el amor y felicidad.

De cierta forma, la novela retrata las ideas políticas de Pamuk, quien nació en Estambul, Turquía, en 1952. El escritor turco retrata en Nieve la represión gubernamental, el fanatismo musulmán que impulsa a los jóvenes a sacrificar sus vidas en atentados suicidas, el desaliento de la clase intelectual que prefiere salir del país y refugiarse en bibliotecas extranjeras, y el miedo de una clase media que se encuentra atrapada entre los valores occidentales y el terrorismo.

De hecho Pamuk fue llevado a juicio en 2004, acusado de “insultar y debilitar la identidad turca” al afirmar, en una entrevista a un periódico suizo, que Turquía era culpable de del asesinato de un millón 500 mil armenios y más de 30 mil kurdos. El proceso judicial no llegó a mayores y fue desestimado en el 2006.

Pamuk aún continúa denunciando la falta de libertades en su país natal. Hace más de un año, en el discurso inaugural de la Feria del Libro de Francfort, en Alemania, el escritor expresó, frente al presidente turco Abdulá Gul, que “el Estado turco sigue desgraciadamente castigando a los escritores y prohibiendo libros”.

En Kars, el novelista describe el desalentador torbellino de sucesos en los que se ve envuelto Ka: “chicas que se suicidan porque se les prohíbe cubrirse la cabeza, golpes militares instigados por artistas de variedades, terroristas que urden planes políticos amparados en la religión, la pobreza que se extiende como plaga, la nieve que no cesa de caer”.

Al verse enfrentado a semejante espejo, el protagonista cuestiona su concepción sobre Dios, la belleza, el desamparo y el amor.

La ciudad de Kars le brinda a Ka la inspiración poética que creyó perdida, pero “la felicidad y la poesía sólo cohabitan durante un breve plazo”. Y es que en medio de la desolación el escritor se reencontró con su viejo amor, quien por un instante le ofreció una vida juntos y la esperanza de que, aún en medio de la miseria del mundo, sí es posible alcanzar la felicidad.

De regreso en Alemania, y con el corazón aún embotado del crudo invierno turco, Ka se percata de que tal vez sólo soñó con vivir unos cuantos días en Kars, una felicidad que duró muy poco.