sábado, 3 de mayo de 2014

TARJETA DIURNA



Afligido estoy y abatido en extremo; la fuerza de los gemidos de mi corazón me hace prorrumpir en alaridos.
Salmo XXXVII

Sálvame, Dios mío, de mis enemigos, líbrame de los que me asaltan. Sácame del poder de los que obran inicuamente y libértame de esos hombres sedientos de sangre.
Salmo LVIII

Dame voz, oh Señor, para entonar mi plegaria
obséquiame noches de sueños cortos
que huyan de la memoria al despuntar el alba.
Permite, Señor, que pueda despedirme de los míos
y que sus voces sean escuchadas por tu oído omnipresente
que sientan alivio en medio de su soledad forzosa
que una vaga esperanza reconforte sus espíritus
con un rayo de sol que se cuele por la ventana
con la memoria de días llenos de sonrisas y abrazos.

No consientas que mi estirpe sea borrada
deja que mis muertos conserven sus nombres
que el suelo árido no carcoma sus huesos olvidados.
Concédeme la gracia de besar sus párpados inmóviles
de ahogar en rabia los lamentos.

Ten, Señor, misericordia de mí, que estoy sin fuerzas
¿Hasta cuándo mostrarás tu cólera? Ya nadie se acuerda de ti
ni del infierno que se multiplica en las calles
en la nota roja de los periódicos, en los murmullos de los funerales
aunque tu nombre sigue resonando en las bocas torcidas de las víctimas.
Por eso levántate, oh Señor Dios, no olvides a los sufrientes
quebranta el brazo de opresores y malignos.
Libéranos con tu encono poderoso
venga la sangre de tus siervos.

Canto tu himno, oh Señor, para alejar tanto infortunio
para hallar resignación
ante las cruces que se reproducen en la tierra.
Para que la confusión y la vergüenza
invadan el corazón del enemigo.
Ya no encuentro la salida entre tanta oscuridad
ando todo el día cubierto de tristezas.

No te pido consuelo, oh Señor, te pido revancha
lágrimas que jamás se sequen
furia que no se agote
y una pluma veloz que no descanse.