Escribir fue también tu miedo,
a veces tu terror a que todos
los regalos de boda, tus sueños, tu marido,
todo te lo quitaran
los trasgos del terror. Tu máquina de escribir
te la arrebatarían. Tu máquina de coser. Tus niños.
Te lo quitarían todo.
a veces tu terror a que todos
los regalos de boda, tus sueños, tu marido,
todo te lo quitaran
los trasgos del terror. Tu máquina de escribir
te la arrebatarían. Tu máquina de coser. Tus niños.
Te lo quitarían todo.
El miedo tenía el color de la
superficie del escritorio.
Casi conocías sus facciones.
Aquella veta era como su piel, podías
acariciarla.
Podías saborearlo en tu lechoso café.
Hacía un ruido similar al de tu
máquina de escribir.
Se escondía en los mismos amuletos.
La sirena de terracota en la repisa de
la chimenea.
La cazuela de cobre para la fondue. Tus
sábanas. Tus cortinas.
Se escondía en tu pluma Shaeffer.
Ese era tu lugar favorito. Cuando
escribías
solías detenerte a media palabra,
y la examinabas más cerca, negra,
gruesa
entre tus dedos-
El creciente terror que en cualquier
momento
estallaría de repente y te arrebataría
a tu marido, a tus niños, tu cuerpo,
tu vida.
Podías verlo, allí mismo, en tu
pluma.
Alguien te la quitó también.
Ted Hughes
(Traducción Luis Antonio de Villena)