sábado, 8 de febrero de 2014

La nostalgia y su peregrinaje


“Aunque logres borrar los recuerdos, o enterrarlos muy hondo, no puedes borrar la Historia”, sentencia pensativo Tsukuro Tazaki, quien ve, a lo largo de los años, cómo la vida parece prescindir de él, dejándolo de lado, aislado, sin un lugar en el mundo.
A los 36 años, el ingeniero se pregunta, gracias al encuentro con Sara -por quien siente una fuerte atracción-, por qué a los 20 años la idea de la muerte lo obsesionaba. No es que el joven pensara en cómo suicidarse, mas bien consideraba que la vida era un tren del cual ya tenía ganas de bajarse, que el sitio en el que se sentiría mejor podría ser una oscura cavidad interminable.
En su reciente libro, “Los Años de Peregrinación del Chico sin Color” (Tusquets, 2013), Haruki Murakami presenta varios temas que son recurrentes en sus obras: la soledad, el amor, los sueños, la nostalgia.
Tazaki se percata de que el pasado sigue junto a él, como un invisible aliento denso y turbio, pero cuya presencia no puede negarse. El ingeniero trabaja en lo que siempre le ha gustado, el diseño y construcción de estaciones de ferrocarril, y en estos lugares, sentado en una banca, contempla el ir y venir de las personas, de las parejas, de los amigos, de los padres. Tazaki observa todo esto desde su solitud y se sabe extraño; él no posee ningún lazo afectivo sólido, sus amigos más queridos decidieron cortar toda relación con él, con el estudiante cortés y sosegado, con el chico sin color.
A diferencia de las historias más intrincadas que ha mostrado el escritor japonés en libros como “Crónica del Pájaro que da Cuerda al Mundo”, “Kafka en la Orilla” y “1Q84”, en esta novela la trama se centra sólo en el periplo que vive el protagonista con el objetivo de buscar una respuesta a la pregunta que lo ha perturbado durante los últimos 16 años: ¿por qué sus amigos lo abandonaron?, dejando que se hundiera, sin explicación alguna, en el océano caótico de emociones e ideas que lo llevaron al borde de la muerte. Durante casi dos décadas Tsukuro ha vivido con “sus sentimientos guardados en el vacío de su corazón”.
Estos cuatro amigos que rompieron con el joven, dos chicas y dos chicos, tienen un “color” en sus apellidos, por lo que solían llamarse Mister Red, Mister Blue, Miss White y Miss Black. Tazaki era el único que no tenía color, y ahora, a la distancia, él piensa que ese vacío lo ha mantenido alejado de los demás, que ha provocado que sufriera un abandono tras otro.
En este viaje Tsukuru buscará esos sentimientos largamente ocultos, ya empolvados, para sanar una herida que, ahora lo sabe, siempre ha permanecido abierta.
“Los corazones humanos no se unen sólo mediante la armonía. Se unen más bien, herida con herida,. Dolor con dolor. Fragilidad con fragilidad. No existe silencio sin un grito desgarrador, no existe perdón sin que se derrame sangre, no existe aceptación sin pasar por un intenso sentimiento de pérdida”, reflexiona el joven, después de experimentar sueños perturbadores, experiencias dolorosas y charlas cargadas de melancolía, de la certeza de que el pasado no puede ser recobrado.
En “Los Años de Peregrinación del Chico sin Color” nos topamos con un Murakami nostálgico, que relata su historia al compás de las notas de “Le mal du Pays”, de Franz Liszt. Y, al igual que Tsukuru, llegará el momento en que debamos sentarnos a contemplar nuestro interior, y pensaremos en aquella época, en la que creíamos ciegamente en algo, pues éramos capaces de creer ciegamente en algo... “Esa emoción no puede haberse desvanecido del todo."