Pero no sobre mí, no sobre ti,
No por encima, enorme,
sin tiempo, alucinado,
Si no en la historia
triste de los huesos.
Aquí habita el dolor:
Ese salvaje cobrador
diario
Que llega, empuja, nos
derriba
Y queda.
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En la radio dijeron
que saliste temprano,
La falda, camisa con
dibujo,
El pelo negro y lacio,
La mirada de siempre.
Decían que eras alta y
joven, casi triste,
Que ni siquiera
hablabas por no perder el paso,
Que te habías marchado
de la vida
Por un extraño amor.
Yo sentí como un
vómito, pero miré a la calle:
No era posible verte
tan sola, tan distante,
Tan desaparecida,
Tan imposiblemente
ajena del naufragio.
Sin embargo vinieron,
Vinieron a mi casa a
preguntar
---
Lo terrible no es la
calle sola,
El andén como un reto,
Los trenes que
perdimos.
Lo terrible no es ni
siquiera el dolor.
Lo que duele terrible
y zarandea
es que ya sólo queda
recurrir a la vida por
tus ojos
que son una distancia
casi absurda,
que son un túnel negro
de esperanza.
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Ni la frente en
orillas de yerba soñadora
-ya ni siquiera tú
como testigo fiel-
Ni el corazón viajero
sobre ginebra o mar.
Qué gran error –la trampa-
los pensamientos bellos,
Tus ojos, la pasión,
aquello de la vida.
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¿Cómo me vas a querer tú a mí
con ese borbotón inevitable de odio
que llevas por las venas?
¿Cómo te voy a querer yo a ti
con ese borbotón inevitable de odio
que llevo por las venas?
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-a la deriva, amor, a
la deriva
Miguel Hernández
Ven a ver el amor
hecho jirones
Ven a ver el amor:
ese caballo muerto
flotando por las venas
a la deriva, amor, a
la deriva