- Dónde están la mano en las cuerdas del arpa y el fuego rojo encendido?
- ¿Dónde están la primavera y la cosecha y la espiga alta que crece?
- Han pasado como lluvia en la montaña, como un viento en el prado;
- los días han descendido en el oeste en la sombra de detrás de las colinas.
- J.R.R. Tolkien
“En el principio estaba Eru, el Único, que en Arda es llamado Ilúvatar; y primero hizo alos Ainur, los Sagrados, que eran vástagos de su pensamiento, y estuvieron con él antes que se hiciera alguna otra cosa”. Así comienza “El Silmarillion”, el libro que J.R.R. Tolkien dejó inconcluso y que relata el inicio de una historia épica a la que dedicaría toda su vida y que, a la postre, lo convertiría en un autor de culto: “El Señor de los Anillos”.
John Ronald Reuel Tolkien nació hace 120 años en Bloomsdale, Sudáfrica. A muy temprana edad su familia decidió regresar a Gran Bretaña, en donde creció marcado por la temprana muerte de su padre y la conversión de su familia a la religión católica. Un cambio que influyó profundamente en la obra del escritor británico, más porque su madre moriría pocos años después de esta decisión, dejando a Tolkien (de 12 años) y a su hermana bajo la tutela del sacerdote católico Francis Xavier Morgan.
El escritor fue un estudiante aventajado, y se graduó con honores en el Exeter College de la Universidad de Oxford. Pero esta época no sólo estuvio dedicada a la academia. Al cumplir 16 años Tolkien conoció a Edith Mary Bratt, una joven tres años mayor que él. Enamorado, Tolkien habló de estos sentimientos con su tutor, quien le prohibió sostener cualquier tipo de relación con Edith, inclusive epistolar, hasta que cumpliera 21 años. Un acuerdo que el muchacho cumplió cabalmente.
El día en que Tolkien llegó a la mayoría de edad, escribió una carta a su amada para proponerle matrimonio. La chica ya estaba comprometida con alguien más, pero al reencontrarse con el egresado de Oxford decidió terminar con su noviazgo y casarse con el futuro autor de “Egidio, el Granjero de Ham”. De hecho, el sudafricano solía llamar “Lúthien” a Edith, en referencia al personaje élfico que renuncia a la imortalidad para quedarse con su amado, Beren, antepasado de la estirpe real de Númenor.
Pasión por el lenguaje
Tolkien trabajó la mayor parte de su vida como profesor de la Universidad de Oxford. Antes que escritor, el británico era un filólogo, un apasionado de la lengua y sus posibilidades fonéticas. Y esta veta se puede hallar a lo largo de las páginas de “El Señor de los Anillos”, a través de cantos, poemas e incluso idiomas como el élfico, una invención del propio Tolkien que pone de manifiesto este interés en inventar nuevas formas de describir, de crear y recrear un nuevo mundo, el de La Tierra Media.
Los académicos J.C. Santoyo y J.M. Santamaría describen, en el prólogo de “Egidio, el Granjero de Ham” (Minotauro, 1981), que Tolkien tuvo una fuerte influencia de los relatos épicos en los que sus protagonistas vivían apegados a ideales heroicos y espirituales, en constraste con la realidad que vivió el escritor, marcada por la guerra, la industria, la urbe y el consumismo.
“Tolkien se resistió a aceptar este estado de cosas y plasmó a manera de protesta, de revuelta personal y válvula de escape, su particular concepción del universo y del puesto que en él le toca jugar al ser humano”, describen los catedráticos españoles.
Corazón de Hobbit
Aquellos que han visto las fotografías de Tolkien, ya en las postrimerías de su vida, no pueden evitar esbozar una sonrisa cómplie. Ahí, con pipa en mano y semblante placentero, el escritor deja ver que, al menos una parte de su espíritu, tiene un profundo vínculo con los hobbits, seres entrañables de corta estatura y amantes de la buena mesa, pero poseedores de un espíritu enorme, fuerte y valiente.
“Hobbiton se parece mucho a la clase de mundo en el cual por primera vez me di cuenta de las cosas, el cual fue quizás más punzante para mí por el hecho de que yo no nací aquí (Inglaterra), sino en Bloomsdale, Sudáfrica (...) Entonces, encontrarse repentinamente en una quieta villa de Warwickshire, a la edad en que se despierta la imaginación, pienso que engendra un amor particular por lo que usted tal vez llamaría las tierras centrales de Inglaterra, con abundante agua, rocas, olmos y pequeños y quietos ríos, etc., y por supuesto la gente nativa de esos lugares”, declaró el escritor a la BBC, en una de sus últimas entrevistas, en referencia a “El Hobbit”, la primera novela que publicó sobre la Tierra Media en 1937, y que fue el inicio de una fama que ya no lo abandonaría nunca.
El escritor murió el 2 de septiembre de 1973, a los 81 años de edad. Y antes de partir, el británico disfrutó de reconocimientos, premios, la amistad de escritores como C.S. Lewis y además vio cómo crecía la popularidad de su obra, en especial de “El Señor de los Anillos” que se publicó entre 1954 y 1955, que además dio vida a cientos de sociedades especializadas y clubes de fanáticos.
En las historias de Tolkien aparecen dioses, seres malvados que buscan atar al mundo en las tinieblas, héroes que no temen enfrentar su destino oscuro, elfos con mirada de oráculo, enanos de fuerza probada, y magos blancos que cargan en sus espaldas la sabuduría de tres edades del mundo. Ahí está, en espera de lectores, una tierra poblada de leyendas y cantos, donde los vientos del cielo redondo son una promesa y la estrella de Eärendil brilla, sobre las aguas, en el lejano occidente.