miércoles, 16 de diciembre de 2009
Existe un mundo diferente...
Haces unos días entré al Cereso Varonil de Saltillo para entrevistar a un interno sobre el primer lugar que obtuvo en un concurso nacional de cuento, organizado por la Secretaría de Seguridad Pública Federal y el INBA.
Al traspasar las rejas custodiadas por dos oficiales, no pude evitar sentir una sensación de oscura opresión, de nerviosismo incluso. A mi mente acudieron las líneas inscritas sobre la puerta del infierno que contemplan Dante y Virgilio: Por mí se va a la ciudad del llanto/ por mí se va al eterno dolor/ por mí se va hacia la raza condenada...
Ante las miradas atentas de los custodios, y algunos internos que se encontraban, a lo lejos, en el patio, hablé con Arturo Segoviano Reyna. Condenado a 12 años de prisión, Segoviano escribe diariamente, sin falta, para no renunciar al mundo, para escapar de su encierro, para abrir una ventana que le permita, durante las horas que dedica a fabricar historias, mirar brevemente la libertad.
Noche tras noche, Arturo Segoviano Reina construye con tinta y papel un mundo paralelo donde no hay celdas, culpa o aislamiento. “No es una evasión”, afirma con mirada tranquila mientras los guardias observan a los internos del Cereso Varonil de Saltillo. La tarde languidece y las arrugas del rostro curtido de Segoviano Reina se acentúan con la luz mortecina del atardecer, sólo faltan cuatro meses para que recupere la libertad después de 11 años de encierro, pero lejos de sentir ansiedad, el monclovense relata que fue gracias a las letras que decidió cambiar radicalmente su vida.
“Aquí es difícil, la soledad es lo que más influye en nosotros como internos, tenemos la libertad si se puede decir de poder estudiar, escribir, hacer algo con nuestras vidas. A veces uno se enfrasca en otras cosas y no les da salida a esas cosas bonitas que son la literatura, estudiar, leer libros”, dice con voz serena y cálida, que contrasta con la sensación agobiante que produce la sala de visitas del recinto.
“Un día me sentí muy solo y me dije qué voy a hacer con mi vida, tengo muchos años todavía por pagar y no hay algo que, cuando yo sea viejo, me ayude a poder decir que hice algo”, recuerda. El adagio de “plantar un árbol, escribir un libro y tener un hijo” lo impulsó, hace 10 años, a escribir historias, que más tarde se convertirían en cuentos, en poemas, en novelas, en “una ventana” a la libertad. “Yo tengo una familia, planté un árbol, pero me faltaba escribir un libro”, así que se decidió y si bien en un principio fue difícil, no claudicó y siguió escribiendo noche tras noche.
“Los mismos compañeros, hasta la propia familia, no se la creen que uno quiere cambiar, que quiere ver las cosas desde otro ángulo, ver la vida de otra forma que no sea la misma, que no siempre esté este estigma de que estamos encerrados y somos lo peor de la sociedad”.
“Yo me he dedicado desde el año 2000 a la fecha a escribir, tengo ahorita 13 cuentos, 13 novelas, tengo varias obras de teatro, poesías. Me he dedicado a escribir, a hacer algo por no mantenerme en el ocio”. Segoviano empezó “desde abajo” en el Cereso Varonil de Monclova –en donde estaba antes de que lo trasladaran hace unos meses a Saltillo-, ahí estudió la primaria, la secundaria, la preparatoria y la carrera en Procesos de Producción impartida por la UTR.
Los temas que Segoviano trata en sus obras dependen de su estado de ánimo, pero confiesa su predilección por la “tragedia” y el “drama”. “Mis historias tratan de la cruda realidad, tanto aquí adentro, como afuera. Yo tomo ciertas cosas que voy viendo de mis compañeros, mías propias, de gente que voy conociendo y voy escribiendo, no específicamente la vida de ellos, sino todo mezclado, yo creo mis propios personajes”.
Y como resultado de esta actividad febril, el coahuilense ha ganado, por segundo año consecutivo, el primer lugar del Certamen Nacional de Cuento “Silvestre Revueltas”, convocado por la Instituto Nacional de Bellas Artes, a través de la Secretaría de Seguridad Pública Federal.
“Mi vida era muy diferente a la que es hoy, antes nadie daba un peso por mí, pensaban que mi vida se iba a acabar, no sé, de repente, en algún problema… Un día vine y paré aquí en la cárcel con muchos años encima y también estuve en la disyuntiva de decidir o sigo siendo la peor persona o cambiar, hacer algo no porque las autoridades me den un beneficio, sino por mí, para sentirme bien”, expresa.
Segoviano declara que es un lector asiduo, pero para él hay un libro que lo impactó mucho y que fue de gran utilidad para su espíritu “La Magia del Perdón” de Roger Peniche. “Ahí leí sobre que hay que enseñarse a perdonarse uno mismo, a veces más que perdonar a las personas. Hay que perdonarnos nuestros errores, y también pedirle a las personas que están cerca de nosotros que nos acepten con los errores que hemos cometido, que nadie está exento de venir a para a este lugar”, plantea.
Cuando se le cuestiona sobre si esta necesidad de escribir continuará una vez que traspase las puertas del Cereso, Segoviano no puede reprimir una sonrisa al confesar que cada vez que toma la pluma una sensación de felicidad recorre su cuerpo, que le pone la piel chinita. “Es un alegría que a veces no se puede explicar, yo siento bien bonito cuando escribo… Todas las noches escribo, no hay una noche en la que no escriba, es mi ventana hacia la libertad. Cada que agarro una pluma, un papel, yo me transporto y ya no estoy en este lugar. Es mi forma no de evadir la responsabilidad, pero sí de salir de aquí y decir que existe un mundo diferente”.
Este año, Segoviano obtuvo el primer lugar del certamen literario con “Nuestro Secreto, una historia que “versa sobre la vida de dos niños que fueron muy maltratados en la escuela, por sus padres, no se les dio el apoyo y poco a poco se fueron desviando del camino… El cuento es duro, pero lleva un mensaje: cuiden a sus hijos”.
“Para mí es algo muy bonito saber que escritores que no conozco se interesan por mis obras. Yo siempre he querido que una editorial o un escritor vean mis cuentos, mis novelas, y me gustaría que alguien las publicara, es un sueño para mí”, expresa sobre las satisfacciones que le ha producido ganar este concurso.
Con voz suave, pero firme, Segoviano describe su futuro, que incluye navidades con sus hijos y, por supuesto, innumerables hojas en blanco para plasmar los relatos que aún bullen, vibrantes, en su cabeza.
“Yo quiero seguir escribiendo, no quiero dejar de escribir. Sí tengo que trabajar, pero siempre voy a escribir, es algo que me llena, que me mantiene vivo, es algo que quizá descubrí en este lugar, pero lo voy a llevar siempre”.