lunes, 22 de junio de 2015

Palabras para seducir los cuerpos


El país se fue al carajo. Al menos esa era la sensación que tenía El Alfaqueque cuando caminaba por las calles desoladas de la ciudad en busca de una farmacia abierta. La alerta de epidemia tenía a todos encerrados en sus casas, aunque no faltaban los valientes ―o los descerebrados― a quienes les tenían sin cuidado el tono alarmista de los medios. Sí, mientras la mayoría se recluía esperando lo peor, otros seres seguían fieles a sus costumbres, ocupando su mesa regular en los bares y locales oscuros que se apiñaban en el Corredor de las Caricias.

Un hombre promedio no estaría buscando muertos, pero El Alfaqueque no pertenece a esa categoría. El protagonista de La Transmigración de los Cuerpos (Periférica, 2013), la reciente novela de Yuri Herrera, posee un don especial, que lo ha hecho tener un trabajo poco usual... Y peligroso.

No se puede decir que El Alfaqueque se arriesgue a la primera de cambio. Menos en medio de estas circunstancias llenas de promesas. Su vecina, la Tres Veces Rubia, está solita y algo urgida, ni el gorila de su novio se atreve a salir por medio a un contagio. Frustrada, la joven se da cuenta de la presencia del protagonista, cuyas palabras tienen un extraño poder: fascinan a quien las escucha. Al fin, la chica de sus suspiros lo invita a pasar a su casa. Un sueño largamente acariciado.

Con una narrativa ágil, influenciada por el realismo sucio norteamericano, la tercera novela del mexicano presenta un escenario que no le parecerá ajeno al lector, pues está inspirado en la epidemia de influenza que mantuvo a los niños fuera de las escuelas del país, y que suscitó distintos ataques de pánico (así como el desabasto de tapa bocas, geles antibacteriales y vacunas) en el año 2009.

En medio de esta novela negra abundan personajes que seducen de inmediato al lector. Ahí está la Tres Veces Rubia, esta vecina que vuelve loco a El Alfaqueque; el Ñándertal, eterno compañero de aventuras, que tiene una herida honda en el corazón, de esas que no cierran nunca. También aparece Vicky, una enfermera ruda, quien siempre está a mano para ayudar al protagonista.

No faltan “los malos”, los matones del lugar que de cuando en cuando tienen encargos para el Alfaqueque. Ahora la misión no será tan sencilla, pues habrá que hacer un extraño intercambio entre familias rivales (los Fonseca y los Castro): los dos cuerpos de unos jóvenes muertos en extrañas circunstancias.

La pluma de Yuri Herrera es refrescante. Y es que si bien aborda temas que son una constante en los últimos años en la narrativa nacional ―violencia, crimen, ambientes sórdidos― al final lo que plantea el autor es una historia redonda que muestra lo que sucede cuando la gente está asustada. Vemos, en este espejo que deforma la realidad a través de la ficción, pero que a fin de cuentas nos devuelve la conciencia de nuestra propia imagen, cómo somos capaces, bajo la sombra de la desconfianza y el miedo, de hacer cosas terribles.

Yuri me comentó hace unos días, cuando se presentó en la Feria Internacional del Libro en Arteaga, que él se toma su tiempo para escribir sus libros. Después de leer La Transmigración de los Cuerpos, no sé si sus lectores tengamos la paciencia para esperar lo que sigue. Al igual que su personaje, El Alfaqueque, las palabras de Herrera producen fascinación.

jueves, 18 de junio de 2015

Canción

Agita un pañuelo blanco
el que se despide.
Cada día acaba algo,
acaba algo muy hermoso.

La paloma mensajera bate el aire con las alas,
de vuelta a casa.
Con esperanza y sin esperanza
siempre volvemos a casa.

Sécate las lágrimas
y sonríe con los ojos llorosos,
cada día empieza algo,
empieza algo muy hermoso.

Jaroslav Seifert 
(versión de Clara Janés)

martes, 2 de junio de 2015

Un día...


UN DÍA
uno iba a ser homero
la obra nada menos que una iliada

después
viendo el paquete
alcanzaba para ser un rimbaud
un ungaretti un fernando pessoa cualquiera
un lorca un éluard un ginsberg

por fin
terminamos siendo el pequeño poeta de provincia
que siempre fuimos
por detrás de tantas máscaras
que el tiempo trató como flores

Paulo Leminski
(versión de Rodolfo Mata)