miércoles, 15 de enero de 2014

La poesía es más que la vida...

La primera vez que Juan Gelman escuchó a la poesía fue en voz de su hermano. Los versos de Pushkin, el gran escritor ruso, intrigaron de inmediato al niño de 5 años que nació en Argentina, el primero de una familia que emigró de Ucrania. Años más tarde, decidió escribir sus propios poemas y “la cosa siguió”.
En los ojos luminosos del escritor se puede intuir un pasado plagado de letras. Atrás de su obra también están el dolor de la pérdida, el amor aterido, la soledad que acecha ingente. Sí, como el argentino sostiene en sus versos “no hay remedios, / no hay farmacias del alma”, pero en ocasiones los versos son esa suerte de bálsamo que ayuda a encarar el mundo.
Hoy, a los 81 años y con reconocimientos como el Premio Cervantes y el Premio Reina Sofía, el autor de “Gotán” se declara insatisfecho, quizá la razón por la que sigue escribiendo poemas.
Juan Gelman, un “mexargen” orgulloso, comparte anécdotas, reflexiones, y también algunas bromas, sobre su quehacer literario.


-Aunque también se le conoce por su trabajo periodístico, sin duda es su obra poética la que más seduce a los lectores, ¿cuándo inició su vocación como poeta?
“Yo soy de una familia de origen ucraniano que emigró a la Argentina, y soy el único argentino en la familia. Mi hermano mayor me recitaba a Pushkin en ruso, yo tenía 5 ó 6 años y eso me introducía a un mundo diferente a todos los que vivía en general, en la calle, en la escuela, en la casa. Y yo acosaba a mi hermano para que me siguiera recitando los poemas de Pushkin, eso para mí era un transporte a otro lugar. Creo que eso me marcó y, desde luego, la lectura. Esto lo pensé o lo supe muchos años después. Claro hay un momento de la adolescencia en el que todos escribimos poemas, porque si no, no seríamos adolescentes (ríe). Pero la cosa siguió, tenía un compañero de la escuela que era como un hermano para mí, que también escribía, entonces empezamos a intercambiar poemas, a leernos, y la cosa siguió, siguió creciendo... Como hasta ahora”.

-Para muchos lectores sus poemas son como un bálsamo para el corazón, pero ese no siempre es el caso del escritor que les da vida...
“En mi caso, porque no se puede generalizar, me mueve la necesidad de escribir. Ayer me preguntaba un poeta francés si yo me levantaba en las mañanas y escribía. Pues no, yo creo que lo hizo irónicamente, porque es un gran poeta y sabe que no es así, que uno no escribe cuando quiere, que uno escribe cuando quiere la señora poesía. Cuando se escribe salen cosas que uno mismo no se da cuenta que las escribe, es decir, no hay una predeterminación como puede ocurrir con otros géneros literarios. A veces con la novela, me cuentan novelistas, que de pronto se les escapan los personajes y se convierten en otra cosa distinta a lo que pensaban, o en el teatro ocurre también, pero en poesía eso ocurre de un modo absoluto”.

-Y de igual forma pasa con las palabras, en sus poemas encontramos palabras nuevas o que se transforman...
“Lo que ocurre es que el lenguaje tiene límites, a pesar de que se viene creando hace muchos siglos. Todavía no alcanzamos a nombrar, no definir siquiera, a nombrar muchas cosas. Allá está cayendo una cascada de agua que hace un ruido muy particular, no es el mismo ruido de la lluvia, entonces cómo se nombra eso. Los neologismos y todo aquello también han surgido por necesidad, no es un juego, es para tratar de buscar la mayor precisión posible para nombrar algo”.

-Tal vez sea como escribió Octavio Paz, que la poesía revoluciona el lenguaje...
“En todo caso no es voluntario. Yo creo que la poesía es lenguaje calcinado, pienso eso. Es decir, es el extracto de la lengua”.

-¿Cómo se recorre una vida a través de los poemas o, al momento de juntarlos todos, cómo ve su vida a través de lo que ha escrito?
“Los leo y digo podría haber escrito mejor. La insatisfacción es permanente, entonces de eso no hablo porque hay quien me dice que mis poemas le gustan mucho, y yo me siento no realizado todavía en la poesía. Tal vez por eso sigo escribiendo, para ver si agarro a la señora por la cola y se quede conmigo un rato. Siempre hay una insatisfacción con lo escrito”.

-¿Habrá algunas cuestiones que lo interesaron en alguna época, algunas preocupaciones? Ya sabe que a los lectores nos gusta traducir al poeta...
“Lo que tiene de bueno el lector de poesía es que hace su propia lectura, en ese sentido vuelve a escribir el libro”.

-¿Y la poesía amorosa es una constante?
“Poemas amorosos he escrito a lo largo de toda mi vida por una razón, yo tenía que seleccionar unos poemas de amor, que de hecho voy a leer esta noche (ayer), y la directora del espectáculo se rió, y le pregunto por qué te ríes, y me dice, ‘porque vas a tener mucho trabajo’. Y sí, tuve muchísimo trabajo. Yo creí que era un poeta revolucionario y resulta que no, que soy un poeta del amor (ríe)”.

-También están los Poemas de ‘Sidney West’ que tienen un tono muy distinto...
“Sí, por supuesto. Mi hijo me dijo que era un libro cómico y me parece que sí. Yo creo que es muy difícil la comicidad en arte porque creo que es la forma más extrema de la tragedia, la comicidad, no la diversión. Ese libro lo escribí porque, yo no sé, a mí me ocurre que cada que se me acerca un decenio de edad la idea de la muerte se hace muy presente. Y yo estaba por cumplir 40 y bueno, fue una forma de sacar adelante esa obsesión”.

-Los poemas son para escucharse, ahí está Neruda con sus poemas musicales y varios lectores pensamos lo mismo de su obra, que tiene un ritmo inconfundible...
“El ritmo es esencial en cualquier arte. En la música ni hablar, pero en la poesía también, en la pintura. Es la ley de la economía en el arte y claro que uno cuando escribe no es que trate, lo que pasa es que debe haber una música y la música del poema tiene un significado en sí que está íntimamente relacionado con el significado de las palabras, porque no se escribe sobre el furor con la misma música de la palabra que sobre el amor, a menos que sea un amor desgraciado, entonces uno se enoje un poco (sonríe). 
"No son cosas mutarias, uno no puede decir ‘ahora voy a escribir un poema terrible porque esta mujer no se qué’, no. Y el tema de la música, bueno, es una cuestión de oído, que uno no se da cuenta cuando escribe, pero es así”.

-Cómo describiría el lugar que ocupan Argentina y México en su corazón?
“El problema lo tengo cuando juegan Argentina y México (ríe), pero yo no estuve exiliado en México, mi decisión de vivir en México fue voluntaria. A los exiliados que vivieron muchos años en México, y que por cierto le tienen muchísimo cariño a la gente, las cosas, los llaman argenmex, pero yo soy un mexargen, al revés. Yo acá me voy a quedar, no creo que me toque tocar el violín en otro bar”.

- Tal vez deberíamos buscar la poesía con más entusiasmo, sobre todo en tiempos aciagos como los que vivimos ahora...
“Los tiempos nunca le han impedido a la poesía existir. Tiene 50 siglos de existencia conocida y en esos 50 siglos ha pasado de todo, guerras, pestes, inundaciones, en fin, desastres naturales y otros provocados por el hombre y, sin embargo, la poesía sigue ahí existiendo. Como dijo Gular, un gran poeta brasilñeo, ‘la poesía es más que la vida’”.

-¿Y cómo serán los poemas del mañana?, se lo menciono por el título de su antología ‘En el Hoy y Mañana y Ayer’ (UNAM, 2000)...
“Yo creo que la poesía va a seguir en lo mismo, en lo de siempre. Hay temas eternos, lo que pasa es que con la época se abordan de otra manera, el desarrollo de la lengua también, pero el tema del amor, la muerte y todo lo demás viene del fondo de los siglos. El gran poeta japonés Basho, que le dio la forma definitiva al haikú en el siglo 16, decía que no hay que imitar a los antiguos, hay que buscar lo que ellos buscaron, y qué buscaron, la poesía”.

-¿Qué sigue en su obra literaria, comenta que sigue escribiendo poesía?
“Acabo de publicar un libro y podría decir que estoy en una depresión postparto. Además, repito, uno no escribe cuando quiere. Me puedo pasar meses sin escribir, en una ocasión me pasé cuatro años sin escribir y es inútil forzar eso, no se puede. Se escribe cuando hace falta, cuando a uno realmente le hace falta”.

*Texto publicado en Zócalo Saltillo el 10 de septiembre de 2011.