martes, 30 de octubre de 2012

Hay racimos de soledad en tus manos...



Hay racimos de soledad en tus manos, desposesiones más antiguas
que la sangre.

Huyen los años de tus ojos como bandadas de cometas por las plazas maduras.

(Sólo quedan los bueyes rumiando su tristeza.)

Has conocido, entre gavillas de silencio, el sabor amarillo de mis pasos,

el humo indescifrable de las brasas sin tiempo.

Nunca mi lejanía se amasó con barro, pero puse en tu boca las yemas más

quemadas y los besos más lentos. Nunca mi lejanía se espesó hasta tu cuerpo.

Como una fuente vieja, azul desde su olvido, arrinconaste el miedo

en arcas inviolables.

Ni siquiera el dolor estalla entre tus labios. Ni siquiera la antigua,

la salada tristeza de mis besos.

Julio Llamazares

viernes, 12 de octubre de 2012

Y van a decir que canto


Y van a decir que canto
desde la vanidad (o la ignorancia).
Ya no me importa, ratas,
lo que digan (aunque duela)
ahora que he perdido el respeto
de mis hijos, mi jardín,
mis animales (el perrito y la calandria)
por ocultar mis gracias de la envidia.
Ahora que corté mi cabello, cubrí
mis piernas de cobre con ceniza.
Les voy a recordar que yo medía
diez centímetros más que mis iguales,
y era sabia y bella y bondadosa.
Y a pesar de estos vestidos
baratos y sintéticos
(que casi nunca lavo) les recuerdo
mis bellos camisones
de algodón ovillado, mis sedas
que guardo entre frazadas
repletas de alcanfor, para la pena,
el goce, el desperdicio
(y la envidia otra vez).

Antonio Cisneros