viernes, 23 de diciembre de 2011

Juan Ramón Jiménez: Aliento lírico


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Yo he sido, soy y quiero ser hasta mi final, un hombre libre”, sostenía Juan Ramón Jiménez. Libertad que se tradujo en versos, en poemas, en imágenes precisas y exactas que seducen a los lectores que se adentran en la obra del escritor.

Hace 130 años nació el máximo exponente del modernismo lírico español en Moguer, un pequeño pueblo situado en la provincia de Huelva, España. La poesía llegó pronto a la vida del andaluz, quien fue educado en una familia acomodada en donde no faltaban los libros y el tiempo de ocio para dedicarlo a los juegos, a la ensoñación, a contemplar el campo que lo rodeaba todo: “Los árboles deslumbrantes/ del otoño por la tarde, / en estos parajes limpios/ del campo...”.

A los 15 años un joven Juan Ramón escribía sus primeros poemas. Ya entonces buscaba la belleza, la justicia, la línea exacta que lo alejara de aquello que le era ajeno y repulsivo: la fealdad, la violencia, la injusticia. “Dónde está la palabra, corazón,/ que embellezca de amor al mundo feo;/ que le dé para siempre -y sólo ya- / fortaleza de niño/ y defensa de rosa”.

El fallecimiento de su padre, cuando Jiménez tenía apenas 19 años, marcó profundamente su espíritu. El joven tuvo que ingresar a un sanatorio psiquiátrico en Francia. La muerte se convirtió en un tema que, si bien le provocaba profundo desasosiego, aparece con frecuencia en su obra: “¿Porqué he de ser más osado/ para el vivir exterior/ que para el hondo morir?”.

El escritor fue un poeta de múltiples voces. Sin duda “Platero y Yo” es uno de sus libros más populares, pero habría que destacar “Canción”, una edición cuidada por el autor que se publicó en 1936, así como una de sus facetas menos conocidas: el erotismo.

En 2007 salió a la luz “Libros de Amor”, un poemario inédito que muesta el lado sensual de Juan Ramón Jiménez: “No es el amor de una mujer, en tres tiempos distintos; son tres tiempos del amor, a través de varias mujeres. Por eso hay ojos azules, ojos negros, ojos de oro... porque los ojos del amor no son de un color preciso”. La obra permaneció en el olvido debido a que el gran amor del escritor, y a la postre su esposa, Zenobia Camprubí, no aprobaba estos textos que fueron escritos entre los años 11 y 12 del siglo 20.
Su querida España también estuvo presente en sus escritos. Debido a la Guerra Civil Española tuvo que marchar al exilio en 1936. Durante dos décadas el andaluz, junto a su inseparable Zenobia, vivió en Estados Unidos, Cuba y Puerto Rico. Jamás regresaría a España, pero el poeta siempre la llevó en su corazón.

En estos años de vejez el poeta explora su vena mística, en un intento por entender al universo, al otro, a sí mismo: “Pájaro, amor, luz, esperanza,/ nunca te he comprendido como ahora,/ nunca he visto tu dios como hoy lo veo,/ el dios que acaso fuiste tú y que me comprende...”.

En 1956 el escritor, que radicaba en Puerto Rico, recibió la noticia de que había obtenido el Premio Nobel de Literatura, apenas tres días antes de que muriera Zenobia. Juan Ramón la seguiría dos años después, el 29 de mayo de 1958. Los cuerpos de ambos yacen en su natal España, en el cementerio de Jesús de Moguer.

El poeta sigue iluminando con sus versos. Hace unos días la familia del Nobel anunció que editará un almanaque para 2012 que tendrá siete poemas inéditos del libro "Olvidanzas", que, como dice el poema “Pobrezas”, está "dedicado a los que, en estos años frágiles, sufren y padecen necesidad material, y a otros, muchos, que viven en la perpetua pobreza espiritual. Aliento y energía para que ambos encuentren el modo de liberarse". El calendario, ilustrado por Valentín Albardiaz, contiene escritos tempranos del escritor, algunos están fechados en 1907.

“¡Esta es mi vida, la de arriba,/ la de la pura brisa, la del pájaro último,/ la de las cimas de oro de lo oscuro!”. Fuerte y cristalino, Juan Ramón Jiménez sigue conmoviéndonos.

Nocturno
Aun soñaba en las dulzuras de esta tarde.
Estoy solo; mis amores están lejos;
y mi alma que se muere de tristeza,
de nostalgia y de recuerdos,
se sumía fatigada
en la bruma de los sueños.

Esta tarde han florecido
los vergeles de los cielos;
los crepúsculos pasados fueron grises
cual monótonos crepúsculos de invierno.
Esta tarde renació la primavera:
los velados horizontes descubrieron
sus aldeas indecisas;
hubo rosas y violetas en lo azul del firmamento,
hubo magia fabulosa de colores y de esencias;
fue un crepúsculo de aquellos
de las dulces primaveras que mi alma
ve vagar en sus recuerdos.

En la nada flotó un algo de profundas transparencias
y los giros de las brisas, un momento
dibujáronse temblando;
una onda ensombrecía los misterios
de la tarde...
En el cielo religioso
las estrellas del crepúsculo entreabrieron;
y mi alma se perdió en la vaga bruma
de los últimos jardines melancólicos y quietos...

Aun soñaba en las dulzuras de esta tarde.
Estoy solo; mis amores están lejos.

He entreabierto mi balcón:
por oriente ya la luna va naciendo;
las fragantes madreselvas
dan al aire de la noche las unciones de sus frescos
y balsámicos perfumes;
están tristes los luceros.
En mi oído vibra el ritmo de las voces que se aman.
Me da horror de estar a solas con mi cuerpo...
El silencio me contagia;
estoy mudo..., en mis labios no hay acentos...
Me parece que no hay nadie sobre el mundo,
Me parece que mi cuerpo
se agiganta; siento frío, tengo fiebre,
en la sombra me amenazan mil espectros...

He sentido que la vida se ha apagado
sólo viven los latidos de mi pecho:
es que el mundo está en mi alma;
las ciudades son ensueños...

Sólo turba la quietud solemne y honda
el temblor de los diamantes de los cielos.
Estoy solo con mi alma
que se muere de tristeza, de nostalgia y de recuerdos.

¿A quién cuento mis pesares?
Me da miedo de turbar este silencio
con sollozos. ¡Si escuchara algún suspiro!
¡Mis amores están lejos!

Por los árboles henchidos de negruras
hay terrores de unos monstruos soñolientos,
de culebras colosales arrolladas
y alacranes gigantescos;
y parece que del fondo de las sendas
unos hombres enlutados van saliendo...
Los jardines están llenos de visiones;
hay visiones en mi alma..., siento frío,
estoy solo, tengo sueño...
Los recuerdos se amontonan en mi mente,
los suavísimos recuerdos
de las tardes que me dieron sus colores,
sus esencias y sus besos.
¡Son tan dulces esas tardes de la tierra!,
(¡ah, las tardes de los cielos!)

Ya la luna amarillenta
va subiendo.
Mis pupilas, anegadas por el llanto,
se han cuajado de luceros.
Siento frío...¡Quién pudiera
dormitar eternamente en su ensueño,
olvidarse de la tierra
y perderse en lo infinito de los cielos!
Llega un aire perfumado, caen mis lágrimas;
estoy solo; mis amores están lejos...
Juan Ramón Jiménez



miércoles, 21 de diciembre de 2011

Mi cuerpo

Vivo olvidada
de mi cuerpo.
Cuando miro la aurora,
confusamente lo recuerdo bello,
cual si estuviera
fuera de mí y muy lejos.

Mas cuando tú me coges
me lo siento
todo,
duro, suave, dibujado, lleno,
y gozo de él en ti y en mí,
contigo, descubierto, en su secreto.

Juan Ramón Jiménez

martes, 20 de diciembre de 2011

Fragmentos de un día en la vida

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1.
Miércoles, 5 de la madrugada. Amaneció nublado y Jorge leyó las noticias del día, las notas tristes del periódico. Treinta ejecutados en Torreón, dos desaparecidos en la Ciudad de México, ataque suicida en el Oriente Medio, nadie sobrevivió.
El día se antojaba desalentador. Todo es un sinsentido, murmuró cabizbajo mientras bebía a sorbitos el primer café de la mañana. El teléfono sonó. Sobresaltado por el repiqueteo metálico que rebotó en las paredes blancas de la cocina, Jorge se apresuró a contestar. ¿Quién me hablará a las 5 de la mañana?, alcanzó a pensar.
Alzó el auricular. Nada. Silencio. Una broma, pero con la persona equivocada, sonrío apenas. Vaciló, pero se alejó del aparato. Ave de mal agüero, dijo, y salió del cuarto.

2.
María colgó el teléfono. Miró el techo oscuro de su recámara y movió la cabeza. No, tal vez mañana, se dijo a sí misma. Inerte, su celular emitió destellos y las notas de “Get Back” invadieron el silencio del pequeño dormitorio. Bonita música para despertar, pronunció la joven en voz alta con un dejo de amargura.
Pensativa, recostó su cabeza sobre la almohada, para rescatar, tal vez, las imágenes de los sueños que apenas recordaba. No se apresuró a apagar el aparato, al contrario, lo dejó sonar un minuto, dos. Se levantó y entró a la ducha, un poquito más optimista.

3.
El ruido de la oficina y los buenos días que le regaló la joven recepcionista terminaron por espantar los malos pensamientos de Jorge. Otra vez, como desde hacía cinco años, llegó a su pequeño cubículo del piso siete, encendió la PC que ronroneó, desesperezándose poco a poco, como un gato compacto y negro. Los emails aparecieron rápidos. El día arrancó con memos y citas a reuniones aburridas. La pantalla le devolvió su reflejo y su cráneo brilló bajo las luces blancas. Menos cabello y menos ideas, se dijo apesadumbrado.
Otra vez te desvelaste, dijo una voz a sus espaldas. Sonriente, Juan miró las ojeras de su amigo, antes de estrechar su mano. Hoy se reúne la banda, hay ensayo, dijo en voz alta para que escucharan sus vecinos de oficina. Juan se sentía orgulloso del grupo que, ostentoso, eligió el nombre de Revolution.
Jorge nunca estuvo muy de acuerdo con esa elección, pero él fue invitado al último, porque hacía falta un bajista. Y es que a veces nadie quiere tocar el bajo. Los rockstar se inclinan por la guitarra, pensó cuando Juan le insistió en integrarse a la agrupación hace seis meses.
Jorge asintió sin mucho entusiasmo y regresó a los informes que tenía que entregar a las 3 de la tarde. Suspiró.

4.
María canturreaba mientras caminaba hacia la estación del metro. La acera estaba tapizada de los pétalos mustios de las jacarandas. Pronto será otoño, otra vez, dijo en voz alta, provocando que el hombre que repartía volantes a su lado la observara por unos 30 segundos, con curiosidad.
Tenía que tomar una decisión y pronto, pensó. Los vagones del metro pasaron raudos frente a ella. Al subir ya tenía la respuesta.

5.
Hay una canción de los Beatles para cada momento de tu vida, leyó Jorge en la pantalla. El comentario estaba abajo, perdido entre cientos más, de un video en Youtube de la canción “Something”. En las imágenes aparecen John y Yoko sonrientes, con el cabello largo y encrespado, tomados de la mano, envueltos en sendas capas negras. Una combinación entre hippie y gótica, la idea le hizo gracia.
El día, contrario a sus predicciones, corrió rápido y anodino. En unos minutos más sería libre, aunque todavía estaba el ensayo. Nunca lo había confesado, pero la idea del grupo jamás le provocó gran entusiasmo. Sí, en algún momento soñó con tener su propia banda de rock, ir de gira por el mundo, tener muchas grupies y mucho dinero. Pero hoy tenía 38 años, y sólo pensar en su “presentación al mundo musical”, como decía oriundo Juan, le provocaba malestar. Si al menos bajara cinco kilos en un par de meses, se dijo desanimado.
Miró de nueva cuenta la pantalla de la computadora. Las cinco de la tarde. Guardó sus cosas con parsimonia, se despidió de Lupita, la chica nueva que sacaba las copias, y encaminó sus pasos al ascensor.

6.
Con el celular en la mano, María decidió que no podría hacerlo. Nunca le gustaron las llamadas, ni las despedidas. Se mesó el cabello y colocó el aparato sobre la mesa. Tomó el café y miró a su alrededor. El local lucía solitario, una pareja en el rincón de la esquina, un par de amigas que intercambiaban los chismes de los últimos días, un anciano que leía un libro abultado. Una novela, seguro, apostó mentalmente.
Sacó su libreta, arrancó una página y se puso a escribir. Al principio se sintió extraña, como si la pluma le fuera ajena. Las consecuencias de la tecnología, musitó en tono agudo. No le tomó mucho tiempo, tampoco tenía mucho que decir. Dobló el papel y, decidida, se encaminó al departamento de Jorge. Sabía que sólo bastaba con pasar el mensaje bajo su puerta. Hoy era miércoles, día de ensayo.
Al salir de la cafetería no pudo resistir el impulso de mirar la portada del libro que sostenía el anciano. Tokio Blues, decían las letras en fondo negro. Sí era una novela, se dijo satisfecha. Las notas de Tomorrow never knows resonaron en su mente.

7.
La luz del pasillo titilaba apremiante. Cansado, Jorge miró el foco y dio su dictamen: moribundo. Introdujo las llaves en la cerradura. Hoy estuvo inspirado en el ensayo, lo sabía. Nunca fue un músico virtuoso, pero lo suplía con largas prácticas. Recordó su cuarto de adolescencia, los afiches, las ganas de cantar fuerte la música en inglés que escuchaba su padre, las ansias de sacudir al mundo, de cambiarlo.
Instintivamente miró hacia abajo y vio una pequeña hoja a sus pies. Reconoció enseguida la letra pequeña de María y se asustó.
Antes de abrir la carta barajó las posibilidades, lo que podía tener escrito ese pequeño trozo de papel. No pudo evitar sacudir la cabeza, azorado. En pleno siglo 21 a quién se le ocurre escribir una carta, y compartió su sorpresa con el espejo de enfrente.
Lentamente desdobló el pliego. Leyó la carta. Suspiró. No, no tenía ninguna frase dramática, nada capaz de transformar su vida, ninguna invitación a la aventura como pasa en las películas o la literatura de Murakami.
Otro día en la vida, dijo. Y, a su pesar, sonrió.

jueves, 15 de diciembre de 2011

San Juan de la Cruz: Poeta de voz divina


Con menos de un millar de versos Juan de Yepes Álvarez se convirtió en un referente indiscutible de la poesía española. El arrebato amoroso que trastorna los sentidos, los sentimientos que se consumen febriles en el fuego espiritual, la comunión esperada con el Amado; la poética mística del carmelita español, aunque breve, sigue transmitiendo “una emanación nostálgicamente perturbadora, donde cada palabra parece haber recibido plenitud de gracia estética”, como señalara Dámaso Alonso.

El tercero de los hijos del matrimonio de Gonzalo de Yepes y Catalina Álvarez, nacido en Fontiveros (Ávila, España) el 24 de junio de 1542, pronto se decidió por la vida religiosa y a los 21 años tomó el hábito de carmelita con el nombre de Juan de Santo Matía. Tras un encuentro providencial con santa Teresa de Jesús, el joven decide unirse a la orden recién fundada por la española, los carmelitas descalzos, en donde adquiriría su nuevo y definitivo nombre: Juan de la Cruz.
El siglo 15 fue una época de reformas en la iglesia europea. Había una ebullición de ideas y reflexiones, tiempo propicio para que surgiera la reforma teresiana que pugnaba por un cristianismo interior. En este punto se estableció una lucha entre los carmelitas calzados y los carmelitas descalzos, confrontación que llevó a san Juan de la Cruz a vivir prisionero durante nueve meses. En una celda oscura y opresiva, el joven religioso tuvo su encuentro providencial con su espíritu, y con la poesía.
Encerrado a solas con Dios nació lo mejor de la obra de san Juan de la Cruz, textos a los que el español calificó como “canciones” con las que “se entretenía” y que “ guardaba en la memoria para escribirlas”. Ahí, apartado de la luz y los hombres, el joven se convirtió en un místico, en alguien que aspira a la unión íntima y definitoria con Dios
“Hay una poesía más angelical, celestial y divina, que ya no parece de este mundo, ni esposible medirla con criterios literarios, y eso que es más ardiente de pasión que ninguna poesía profana, y tan elegante y exquisita en la forma, y tan plástica y figurativa como los más sabrosos frutos del renacimiento”, escribió el erudito Marcelino Menéndez y Pelayo sobra la veintena de obras que conforman el legado de San Juan de la Cruz.
El carmelita escribió en total cinco poemas, cinco glosas, dos letrillas y 10 romanzas, un total de 964 versos. La brevedad de su obra corresponde a la cortedad de su vida. San Juan de la Cruz murió a los 49 años, el 14 de diciembre de 1591, víctima de una septicemia.
Proscrito, vejado y enfermo, el fraile consiguió ese encuentro anhelado con la divinidad, y dejó atrás la noche oscura para unirse con la llama de amor viva que forjó su espíritu en la poesía y el virtuosismo, cualidades que años después le serían reconocidas con su canonización y la revisión exhaustiva de su obra.
“Vivo sin vivir en mí/ y de tal manero espero/ que muero porque no muero”, son las primeras líneas de “Coplas del Alma que Pena por ver a Dios”. Versos en donde florecen símbolos, alegorías, belleza, consumación del amor, gozo, abandono. Todos los elementos están dados para que los lectores del siglo 21 se reencuentren con san Juan de la Cruz, el iluminado.


Canciones de el alma en la íntima comunicación de unión de amor de Dios

¡O llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!
pues ya no eres esquiva,
acaba ya, si quieres;
rompe la tela de este dulce encuentro.

¡O cauterio suave!
¡O regalada llaga!
¡O mano blanda! ¡O toque delicado,
que a vida eterna save
y toda deuda paga!,
matando muerte en vida la has trocado.

¡O lámparas de fuego,
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido
que estaba obscuro y ciego
con extraños primores
calor y luz dan junto a su querido!

¡Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno
donde secretamente solo moras
y en tu aspirar sabroso
de bien y gloria lleno
cuán delicadamente me enamoras!


San Juan de la Cruz

viernes, 9 de diciembre de 2011

Las iluminaciones

Me desmorono en ti como una bandada de pájaros

Y todo es amor, es magia, es cábala.
Tu cuerpo es bello como la luz de la tierra
que divide perfectamente el equinoccio.

Suma del cielo consumado entre dos hangares,
eres la altura de todo y serpenteas
en el fabuloso suelo de los esponsales.

La noche se vuelve día porque tú existes,
femenina y total entre mis brazos,
como dos mundos gemelos en un solo astro.


Lêdo Ivo (traducción José Javier Villarreal)

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Cuatro Boleros Maroqueros

1.

Con las últimas lluvias te largaste
y entonces yo creí
que para la casa mas aburrida del suburbio
no habrian primaveras ni otoños ni inviernos ni veranos.
Pero no.
Las estaciones se cumplieran
como estaban previstas en cualquier almanaque
Y la dueña de la casa y el cartero
no me volvieron a preguntar
por ti.

2.

Para olvidarme de ti y no mirarte
miro el viaje de las moscas por el aire
Gran Estilo
Gran Velocidad
Gran Altura.

3.

Para olvidarte me agarro al primer tren y salgo al campo
Imposible Y es que tu ausencia
tiene algo de Flora de Fauna de Pic Nic.

4.

No me aumentaron el sueldo por tu ausencia
sin embargo el frasco de Nescafé me dura el doble
el triple las hojas de afeitar.

Antonio Cisneros

martes, 6 de diciembre de 2011

Desplazamientos

Es extraña la forma en que los astros se alían
en que las miradas se cruzan
y los cuerpos se unen,
se encuentran, se desencuentran.
Hay quien apuesta su vida
al trabajo arduo de descifrar su big bang interior
a mirar cómo las líneas del espectro se desplazan hacia el rojo.
No es sencillo encontrar las piezas
es una tarea dura, pero necesaria
Hay que escarbar para encontrar el grano luminoso
entre todos los granos
Y moverse, moverse mucho
para hallar la gota, la mirada, el beso
y otra vez el color que late en las caricias y se expande
se expande, se expande.

lunes, 5 de diciembre de 2011

El amor después del amor

El tiempo vendrá
cuando, con gran alegría,
tú saludarás al tú mismo que llega
a tu puerta, en tu espejo,
y cada uno sonreirá a la bienvenida del otro,
y dirá, siéntate aquí. Come.
Seguirás amando al extraño que fue tú mismo.
Ofrece vino. Ofrece pan. Devuelve tu amor
a ti mismo, al extraño que te amó
toda tu vida, a quien no has conocido
para conocer a otro corazón,
que te conoce de memoria.
Recoge las cartas del escritorio,
las fotografías, las desesperadas líneas,
despega tu imagen del espejo.
Siéntate. Celebra tu vida.

Derek Walcott