viernes, 30 de marzo de 2007

Dorotea, Saltillo, y el deseo


La pausa de la primavera llegó. Se presiente en la prisa de los peatones, en las sonrisas de los pasajeros del metro, en las largas filas en los bancos. El tiempo ha corrido veloz, y es hora de volver a Saltillo (Maurilia, de acuerdo al escritor Jesús de León).

Es cierto, la capital de Coahuila corresponde a la descripción que Marco Polo hace de Maurilia, pero las ciudades son espejismos rutilantes creados por el viajero y por aquéllos que deciden quedarse y resistir. Entonces, yo apuesto por Dorotea. Sin duda fue en Saltillo donde "sentí que no había bien que no pudiera esperar de la vida", donde los caminos se abrieron infinitos ante mis ojos.



Las ciudades y el deseo. 1


De la ciudad de Dorotea se puede hablar de dos maneras: decir que cuatro torres de aluminio se elevan en sus murallas flanqueando siete puertas del puente levadizo de resorte que franquea el foso cuyas aguas alimentan cuatro verdes canales que atraviesan la ciudad y la dividen en nueve barrios, cada uno de trescientas casas y setecientas chimeneas; y teniendo en cuenta que las muchachas casaderas de cada barrio se casan con jóvenes de otros barrios y sus familias intercambian las mercancías de las que cada una tiene la exclusividad: bergamotas, huevas de esturión, astrolabios, amatistas, hacer cálculos a base de estos datos hasta saber todo lo que se quiera de la ciudad en el pasado el presente el futuro; o bien decir como el camellero que allí me condujo: "Llegué en la primera juventud, una mañana, mucha gente iba rápida por las calles rumbo al mercado, las mujeres tenían hermosos dientes y miraban derecho a los ojos, tres soldados tocaban el clarín en una tarima, todo alrededor giraban ruedas y ondulaban carteles de colores.

Hasta entonces yo sólo había conocido el desierto y las rutas de las caravanas. Aquella mañana en Dorotea sentí que no había bien que no pudiera esperar de la vida. En los años siguientes mis ojos volvieron a contemplar las extensiones del desierto y las rutas de las caravanas; pero ahora sé que éste es sólo uno de los tantos caminos que se me abrían aquella mañana en Dorotea".


Ítalo Calvino

miércoles, 28 de marzo de 2007

El corazón tiembla





La nostalgia de la pérdida no cede ante el sol festivo de marzo, se resiste a las flores, a los cantos, a tanto gozo estridente de los adolescentes que llenan los parques con risitas y murmullos.



Un hombre lleva encima un velo de ternezas, los cadáveres de flores exhalan el dulzón aroma de la melancolía. Las señales no pueden estar equivocadas... la primavera ha llegado.






Fragmento




En el teléfono una voz herida:
"Llámame después. Ahora estoy cansada".
-Luego, el timbre repiqueteando en la habitación
desconocida
saturándola con la ferocidad de una condena.
"¿Pero qué he de hacer, vida mía, mi bien perdido,
arrastrado a lo más profundo de la noche
desde el zumbido de la oscuridad?
Han vuelto a llamar al asilo al último, al más lento de
todos,
cuya sola preocupación es el tiempo, que ahora se ha
acabado;
ahora todo se ha ido, todo, todo, salvo la compasión,
contigo todo se ha ido por partida doble, mi amor."
- En ese trágico cuarto el timbre todavía repiquetea
como un pájaro atrapado que presagia un mal mayor;
imagino en ese cuarto los libros que tocamos y leímos
juntos, sí,
tocamos, olimos, salidos de las páginas de un libro,
un libro de Gogol; o tu corazón temblando en mi mano
que alguna vez tañó notas de amor en la viola de tu piel
pero nunca logró arrancar tu corazón al rechazo,
ni tus dientes del cuello de mi corazón...
- Las estrellas, como rifles de plata en el vacío,
se sirven de sus miras para afinar puntería.
No comprenden las categorías de nuestro dolor...
Ningún mundo se hundirá por lágrimas que nunca
vimos caer,
por tristezas que nunca fueron compartidas,
ojalá yo pueda consolar a los muertos,
asirme a alguna piedra en la corriente.




Malcom Lowry

sábado, 24 de marzo de 2007

Memorias de Viaje 3


Una semana más, los días van tan rápidos


Un mal día, pensé cuando la horda de escolares salía en tropel por la puerta principal. Tras un respiro profundo, evadí al vendedor que intentaba convencerme de las bondades de un calendario de Piolín. De nada valieron los lentes oscuros, los audífonos de color blanco ostentoso, el zig zag táctico. Lo ignoré, por supuesto, y me gané que me llamara fea e insensible y la imposibilidad de fijar el tiempo con números rosas.

Continué mi camino, tratando de mostrar la apariencia imperturbable y segura de las mujeres altas. Después de sortear niños, miradas masculinas fijas en mis piernas -pero señores, es primavera y hace calor- traspuse las puertas del Palacio de Bellas Artes.

Y mi temprano arribo se tradujo en la sonrisa cansina del guardia y las desalentadoras palabras, "tendrá que esperar , la sala se abre sólo 10 minutos antes del evento".

De nuevo planta baja, la cafetería del Palacio me guiñó complacida y frente a una taza de capuccino observé, tras las altas ventanas, al sol ponerse lento, en matices púpuras, rojizos, y ese gris que lucha por nombrarse azul.

Sol de primavera que se ocultaba festivo bajo el lavanda de las jacarandas que bullían entre el verdor de la Alameda. Y en el fondo, la ópera... y gratis.

Címbalos, colores, ventanales y la seguridad de que en unos minutos se escuchará la voz grave, rasposa y angustiante, de Gonzálo Rojas susurrando "quedeshim, quedeshoth". La velada se anunciaba extraordinaria.



Los días van tan rápidos en la corriente oscura que toda
salvación,
se me reduce apenas a respirar profundo para que el aire dure
en mis pulmones
una semana más, los días van tan rápidos
al invisible océano que ya no tengo sangre donde nadar
seguro
y me voy convirtiendo en un pescado más, con mis espinas.

Vuelvo a mi origen, voy hacia mi origen, no me espera
nadie allá, voy corriendo a la materna hondura
donde termina el hueso, me voy a mi semilla,
porque está escrito que esto se cumpla en las estrellas
y en el pobre gusano que soy, con mis semanas
y los meses gozosos que espero todavía.

Uno está aquí y no sabe que ya no está, dan ganas de reírse
de haber entrado en este juego delirante,
pero el espejo cruel te lo descifra un día
y palideces y haces como que no lo crees,
como que no lo escuchas, m hermano, y es tu propio sollozo
allá en el fondo.

Si eres mujer te pones la máscara más bella
para engañarte, si eres varón pones más duro
el esqueleto, pero por dentro es otra cosa,
y no hay nada, no hay nadie, sino tú mismo en esto:
así es que lo mejor es ver claro el peligro.

Estemos preparados. Quedémonos desnudos
con lo que somos, pero quememos, no pudramos
lo que somos. Ardamos. Respiremos
sin miedo. Despertemos a la gran realidad
de estar naciendo ahora, y en la última hora


Gonzalo Rojas

jueves, 22 de marzo de 2007

La ciudad y el deseo




Regresa y tómame

Regresa a menudo y tómame,
sensación bien amada.
Regresa y tómame
cuando la memoria se despierte,
cuando un antiguo deseo pase por la sangre,
cuando los labios y la piel recuerden
y las manos crean tocar de nuevo...

Regresa a menudo y tómame de noche
a la hora en que los labios y la piel recuerdan.

Constantin Cavafis

miércoles, 21 de marzo de 2007

ordenar y confundir y comer y digerir

Al despertar todo continuó en su sitio. La maldad, la bondad, el miedo, el hambre, nada se agotó en el anaquel reluciente cuidado con esmero.

Al despertar, mi condición de viajero extraviado fue más evidente, cierto. Todo viaje iniciático florece en capullos carnívoros, ávidos y hermosos.

Pero el regreso es forzoso. Entonces viene esa permanente sensación de que al final de todas las cosas nada es suficiente. Sólo somos seres humanos y nuestros deseos deben pasar forzosamente por las limitaciones, terribles y necesarias, de la carne reductible...


El hombre en su vida

El hombre en su vida no tiene tiempo de tener tiempo de tener
tiempo para todo.
y no tiene el tiempo de tener el tiempo
para todo afán. el eclesiastés no tuvo la razón
cuando dijo aquello.

un hombre tiene que odiar y amar a la vez:
con los mismos ojos llorar y con los mismos reírse,
con las mismas manos arrojar piedras
y con las mismas recogerlas,
hacer el amor en la guerra y la guerra en el amor.

y aborrecer y perdonar y recordar y olvidar
y ordenar y confundir y comer y digerir
lo que una larga historia
hace en muchísimos años.

el hombre en su vida no tiene tiempo.
cuando pierde, busca,
cuando encuentra, olvida,
cuando olvida, ama,
y cuando ama comienza a olvidar.

y su alma es instruida,
y su alma es muy profesional,
sólo su cuerpo permanece siempre diletante:
intenta y se equivoca
no aprende y se confunde
ebrio y ciego en sus placeres y pesares.

muerte de higos él morirá en el otoño,
arrugado y lleno de sí y dulce,
las hojas secándose sobre la tierra,
y las ramas desnudas señalando
hacia un lugar donde hay tiempo para todo.


Yehuda Amijái

domingo, 18 de marzo de 2007

para los que quieren mover el mundo con su corazón solitario


Sábado en la tarde con un sol inclemente, que bañaba a los ríos de coches que fluían alejándose de la ciudad. Después llegaría Xochimilco, la Reina de Corazones y su vaivén de caimán aletargado, la fiesta y la gente. Todos ávidos de tiernas compañías, todos midiéndose las miradas, cavilando y sopesando cautos la estrategia necesaria para abandonarse en otro, para dejar vacío el vaso oscuro y melancólico.
La noche, las velas, el agua oscura, el ansia contenida. El sol claudicó a hora temprana, no así los noctábulos urbanos y los grifos proféticos devorados por la urbe cuajada de lucecitas.


Para los que llegan a las fiestas
ávidos de tiernas compañías,
y encuentran parejas impenetrables
y hermosas muchachas solas que dan miedo
—pues uno no sabe bailar, y es triste—;
los que se arrinconan con un vaso
de aguardiente oscuro y melancólico,
y odian hasta el fondo su miseria,
la envidia que sienten, los deseos;

para los que saben con amargura
que de la mujer que quieren les queda
nada más que un clavo fijo en la espalda
y algo tenue y acre, como el aroma
que guarda el revés de un guante olvidado;

para los que fueron invitados
una vez; aquéllos que se pusieron
el menos gastado de sus dos trajes
y fueron puntuales; y en una puerta
ya mucho después de entrados todos
supieron que no se cumpliría
la cita, y volvieron despreciándose;

para los que miran desde afuera,
de noche, las casas iluminadas,
y a veces quisieran estar adentro:
compartir con alguien mesa y cobijas
vivir con hijos dichosos;
y luego comprenden que es necesario
hacer otras cosas, y que vale
mucho más sufrir que ser vencido;

para los que quieren mover el mundo
con su corazón solitario,
los que por las calles se fatigan
caminando, claros de pensamientos;
para los que pisan sus fracasos y siguen;
para los que sufren a conciencia,
porque no serán consolados
los que no tendrán, los que no pueden escucharme;
para los que están armados, escribo.

Rubén Bonifaz Nuño

jueves, 15 de marzo de 2007

Retratos del paraìso perdido: Little Children


Los suburbios, ese sitio idílico mostrado como el paraíso occidental, micro universo estadounidense sinónimo de bienestar y riqueza, es el escenario donde se desarrolla lo oculto, lo oscuro, lo innombrable.

Little Children –o Secretos Íntimos, el telenovelero nombre que se le dio a la cinta en México- muestra el choque de sentimientos., de los temores y deseos que el ser humano no menciona en voz alta.

El filme de Todd Field explora la tragedia que le ocurre a la gente común que habita los típicos barrios norteamericanos y como ésta cambia el rumbo de sus vidas. Temática que ya abordó con éxito en su ópera prima: In the Bedroom.

Retazos suburbanos, tristes, dolorosos, punitivos. En el retrato de Field aparece una ama de casa insatisfecha y anhelante –al igual que Madame Bovary- de pasión, de un romance que cimbre su existencia anodina; el padre que se siente rebasado por su esposa y se ve sumido en el limbo del fracaso profesional que lo anula como proveedor del hogar; el pederasta arrepentido y perseguido con saña por sus vecinos, quien se refugia en el amor de su madre; el policía retirado por la culpa, quien busca desesperado una causa, una piedra a la que asirse.

Personajes que se ven envueltos en una trama signada por gemidos y silencios, verdades a media voz, historias desesperadas que colisionan en el afán de buscar una salida, un destello de felicidad.

La tensión de la trama aumenta paulatinamente y el observador cae en el juego, se vuelve cómplice de una historia en la que no se intuye el desenlace. Y ante la angustia, la soledad en la que se ven sumidos los personajes y de la que buscan escapar a toda costa, se levanta al final la señal irreductible de la esperanza.

Sí existe posibilidad de redención –parece decir Field con los desenlaces que se vierten raudos en la pantalla-, es válido creer en las segundas oportunidades, los errores pueden ser enmendados. La dicha no le es negada al pecador.

martes, 13 de marzo de 2007

Médula dulce, midiaspora dulabsurda




“Las palabras aisladas flotaban a mi alrededor; se congelaban y se tornaban ojos fijos en mí, sobre los cuales, a mi vez, me veía forzado a fijar los míos, torbellinos que daban vértigo cuando hundía la mirada en ellos, que giraban sin cesar, y más allá de los cuales no había sino vacío”.
Hofmannsthal


Oliverio Girondo apareció como cometa raudo y luminoso sobre el firmamento literario de América Latina. Su obra -como buen cometa- no es extensa, pero sí profunda. Su voz poética entierra raíces firmes que agitan la memoria.
El lector encuentra a un alquimista verbal, apasionado por la búsqueda de la verdad circundante a la que atrapa con fiereza para hundirla en el abismo que forma parte de su geografía espiritual.
Y es Girondo el que entrega –a quien se atreve a aceptar semejante obsequio- las alas, quien regala la posibilidad de volar por él ansiada.

“Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia que nos aproximaba al paraíso; durante horas enteras nos anidábamos en una nube, como dos ángeles, y de repente, en tirabuzón, en hoja muerta, el aterrizaje forzoso de un espasmo”.

Después de leer sus versos, de explorar su paulatino desencanto, sentí como las alas crecieron un día. Aprendí a planear bajo.
Girondo me dio el vuelo, pero también la sensación de enfrentar un mundo absurdo, de querer el todo y no sólo unas cuantas piezas:

“¡Ah!, el hartazgo y el hambre de seguir esperando”.

El pesimismo corrosivo y brillante de Girondo comienza su labor agridulce. De vez en vez las alas se extienden, prestas a la aventura.

A través de trabalenguas poéticos, que juegan con el significado, con la fonética, Girondo construye versos llenos de música latente, que invitan –y he conocido a escritores norteños que se han sentido aludidos- a cantarlos como un blues dulce, poderoso.
El argentino muestra al poeta profundo, al que utiliza la palabra como juego y divertimento, como filosofía lírica. Lamento, festejo, charco de agua turbia en el que se reflejan el alma, los sueños, los deseos, las operaciones secretas del espíritu en busca de refugio.
Girondo, genetista lírico que muta el signo, lo trueca y pervierte, llega a la médula de la palabra, le arranca la realidad que lleva oculta. Desentraña su poder diseccionándola en carne viva, sin la asepsia de la mesa quirúrgica. Y deja la herida abierta, palpitante.

“qué materiales brujos
qué llaves
qué ingredientes nocturnos
qué fallebas heladas que no abren
qué nada toco
en todo”.


Después de la juventud exultante, Girondo ya no se solaza. El mundo ha perdido su condición de tierra prometida para convertirse en una Moria particular, en la que el poeta recorre su faz con paso lento, observando su tierra dramática, oscura, irreductible.

“Noctivozmusgo insomne
del yo más yo refluido a la gris ya desierta tan
médano evidencia
gorgoteando noes que plellagan el pienso
contra las siemprecontras de la posnáusea obesa
tan plurinterroído por noctívagos yoes en rompiente
ante la afauce angustia
con su soñar rodado de hueco sino dado de dado
ya tan dado
y su yo solo oscuro de pozo lodo adentro y microcosmos
tinto por la total gristenia".

Y el lector aparece, después de las revelaciones de Girondo, en calles ajenas, extrañas, pero llenas de promesas.

lunes, 12 de marzo de 2007

Esa absurda belleza

Como sostuvo Foucault, las utopías consuelan. Si no tienen un lugar real se desarrollan en un espacio maravilloso y liso; despliegan ciudades de amplias avenidas, jardines bien dispuestos, comarcas fáciles, aun si su acceso es quimérico.

Siempre, siempre, hay espacio para las bellas aventuras.

domingo, 11 de marzo de 2007

"Hora en que los muebles viejos aprovechan para sacarse las mentiras"


"In my place, in my place

Were lines that I couldn't change"


Esa fue la sensación que tuve anoche cuando en un acogedor departamento de la colonia Roma un grupo de periodistas (colegas unos, amigos otros) me definió como: "sabelotodo, engreída, inteligente y sexi, inteligente y guapa (en ambos casos quiero pensar que la palabra inteligente fue la primera en pronunciarse), poco franca, pragmática, fría y calculadora, ambiciosa".
En tan sólo dos meses, y en la ciudad de México (seguro que en otro sitio no me gano esos adjetivos), esas son las líneas que definen mi perfil.
Pero hoy es domingo, un día ajeno a la preocupación excesiva, y en aquella deliciosa reunión, aderezada con comida peruana (preparada por Cecilia, fotógrafa de AP y buena cocinera), bromas picantes y ocurrentes (y es que los invitados eran, en su mayoría, mexicanos), y música argentina, faltaron algunas voces.
Así que todavía tengo esperanzas de recibir tres buenos comentarios que hagan contrapeso a las definiciones vertidas gracias a la desinhibición que provoca el pisco peruano más el whiskey escocés.
Sin duda la fiestecita fue memorable, aunque no sé si todos recuerden los pormenores y comentarios que cerraron la noche (sin duda más de uno tendrá lagunas mentales, lo que sería un suceso afortunado). De cualquier forma se descorrió una cortina... y hay personas que deseo incluir en mi lista de amigos (aunque sean periodistas, no hay que ser exigente).

Sigo pensando en el poema de Gelman como perfil de mi vida (tal vez sí sea algo ambiciosa después de todo): "Un pájaro vivía en mí. Una flor viajaba en mi sangre. Mi corazón era un violín". En verdad me siguen alegrando la primavera, las manos juntas, lo feliz.
La madrugada tuvo un epílogo extraño, fue una de esas "noches en las que desearíamos que nos pasaran la mano por el lomo, y en las que súbitamente se comprende que no hay ternura comparable a la de acariciar algo que duerme".

viernes, 9 de marzo de 2007

Agito mi memoria


Lo acepto, después de dos meses extraño Saltillo. La lluvia defeña me vuelve nostálgica. Durante las noches sigo soñando con ese próximo encuentro y agito mi memoria. Este poema es maravilloso:


DÍA 16 DE MAYO DE 1973
Una de esas muchas fechas
que ya no me dicen nada.
A dónde fui ese día,
qué hice, no lo sé.
Si en los alrededores se hubiera cometido un crimen,
no tendría coartada.
El sol brilló y se apagó
sin que yo me diera cuenta.
La tierra giró
y no lo mencioné en mi diario.
Preferiría pensar
que morí brevemente,
y no que nada recuerdo,
aunque viví sin pausa.
Pues si no fui ningún fantasma:
respiré y comí,
di pasos
que se oían
y las huellas de mis dedos
tuvieron que haber quedado en las puertas.
Me reflejé en el espejo.
Llevaba puesto algo de algún color.
Y seguro que hubo gente que me vio.
Quizá ese día
encontré algo que había perdido antes.
Quizá perdí algo que encontré después.
Me embargaron sensaciones, sentimientos.
Ahora todo eso es
como puntos entre paréntesis.
En dónde me metí,
en dónde me enterré,
en verdad no es un mal truco
perderse a una misma de vista.
Agito mi memoria,
tal vez algo en sus ramas,
adormecido por años,
salga de pronto volando.
No.
Evidentemente exijo demasiado:
tanto como un segundo.


Wislawa Szymborska

Senderos de lluvia y maravilla

Escucho la voz rasposa de una mujer que celebra el desamor gracias a mi nueva adquisición de La Casa de la Trova y eso me hace sentir bien, un resquicio de felicidad en medio de esta metrópoli que languidece bajo la lluvia.
Es viernes y la Ibero está sumergida en el sopor. Y yo aquí, aislada en la pantalla, tomo un taller de periodismo digital mientras los recuerdos aparecen sueltos, en torbellino, no soy capaz de asir alguno...mejor, me parece.
En fin, que en algún universo paralelo estoy viendo una película por primera vez (Réquiem por un Sueño, El Libro de Cabecera, el documental de Buena Vista Social Club) y la vida parece mostrar un sinfín de caminos nuevos, vitales, llenos de misterios y maravillas por descubrir.
"En aquél entonces no fui consciente de la multitud de caminos que se me presentaban aquella mañana en Dorotea", multitud de ciudades invisibles que
aún aguardan el sonido de mis pasos.

martes, 6 de marzo de 2007

Just me


Las alas crecieron un día. Aprendí a planear bajo, temerosa del resplandor hipnótico del sol desértico. Un día aposté al vuelo temerario,  me regocijé en el gozo del estruendo, del vértigo, de la entrega enloquecida.
La caída no fue inesperada, mas el conocimiento no atenuó el dolor de las tenazas que exploraron mis entrañas rugientes y furiosas.
Aún hoy el vuelo se resiste a la pérdida de inocencia. De vez en vez mis alas se extienden, magnolias sedientas de viento y luz. El sol es ahora distante, pero presiento el aullido de las hojas en las alturas que me invita de nuevo a la aventura. La caída parece un precio razonable